La transición energética se enfrenta todos los días a un enemigo en común para los habitantes del planeta: el calentamiento global.
Este fenómeno, además de provocar la fusión de los glaciares y la subida del nivel del mar, provoca otros cambios climáticos como la desertificación y el aumento de fenómenos extremos como por ejemplo huracanes, inundaciones e incendios.
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La alteración del clima podría causar daños incalculables para todos los habitantes de este planeta
Los científicos coinciden en achacar la responsabilidad de este cambio a las emisiones antrópicas de gases de efecto invernadero en la atmósfera. El principal de estos gases, el gas carbónico, procede al 90 % del sector energético, concretamente de las centrales eléctricas de carbón.
En diciembre de 2015, a raíz de la COP21 de París, República Dominicana, firmó un acuerdo internacional que establecía el objetivo de mantener, antes de finales de este siglo, el calentamiento global por debajo de 2 grados respecto a los niveles preindustriales y, de ser posible, limitarlo a 1,5 grados.
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Para alcanzar este objetivo, la herramienta principal es la transición energética, o sea, cambiar de un sistema energético radicado en los combustibles fósiles a uno de bajas emisiones o sin emisiones de carbono, basado en las fuentes renovables.
Sin embargo, para lograrlo, el sistema energético, no solo en nuestro país, sino a nivel mundial, debe sufrir una profunda transformación. Sobre todo reducir la dependencia de los combustibles fósiles, potenciar la eficiencia y dejar paso a las energías renovables. Una transformación energética mundial de esta índole crearía un mundo más próspero e integrador.
En nuestro país, las energías renovables, incluyendo la hídrica, ya suponen un 23,32% de la capacidad de generación instalada, con 1.000 megavatios.
El objetivo a largo plazo es una expansión a 5.500 megavatios instalados, lo que requerirá la continua modernización de los sistemas de generación y transmisión.
Este propósito está contemplado en el estudio de “Planificación de Inversiones en Generación Eléctrica de República Dominicana 2040”, elaborado por el Ministerio de Energía y Minas y la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE).
Las ambiciones en cuanto a este tema en República Dominicana son grandes, si se tiene en cuenta que este sector tradicionalmente ha dependido de las fuentes fósiles.
Se calcula que el petróleo y el carbón, cuyos precios son volátiles, aún garantizan el 85% de la demanda y su combustión genera contaminación ambiental. Por lo mismo, el país se ha comprometido, en el marco de los objetivos de desarrollo 2030 de la ONU, en reducir un tercio sus emisiones de dióxido de carbono.
La GIZ, Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional, ha acompañado al gobierno y a la sociedad dominicana en este propósito. La posición geográfica del país es una gran ventaja: el sol brilla todo el año y el viento sopla fuerte, especialmente en temporada de huracanes. La agencia federal germana se ha comprometido hasta 2022 con una financiación cercana a los US$5.7 millones en asesoría técnica y jurídica.
En el país existen, además, pequeñas iniciativas altruistas encaminadas a generar sinergias entre el empoderamiento de las comunidades y el desarrollo sostenible.
La ONG Nature Power Foundation construye actualmente en Sabana Yegua Viejo 50 viviendas que funcionarán con energía solar, y están dotadas de acueducto y saneamiento. Se ofrece además entrenamiento profesional para la permanencia en el espacio rural.
Aunque en América Latina continental ya existen grandes avances en materia de energías renovables, estos tienen que ver primordialmente con la infraestructura disponible en regiones montañosas para la generación de electricidad a partir de fuentes hidráulicas.
Se destacan los casos de Costa Rica, Colombia y Paraguay, que producen el 73%, 83% y 100% de su oferta energética a partir de la fuerza del agua; no es un camino fácil.
No se reemplazan rápidamente los combustibles fósiles, porque el cambio requiere de apreciables inyecciones de capital, en procesos de largo plazo. Existen limitantes importantes.
Los países que en mayor medida acuden a la generación hidroeléctrica dependen en alto grado de que los ciclos de períodos lluviosos se cumplan.
Desde otra orilla, aquellos dependientes del petróleo y el carbón, sufren cuando se disparan sus precios internacionales.
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Por Revista Mercado
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