[vc_row][vc_column][vc_text_separator title=»PUNTO DE VISTA PORFIRIO QUEZADA Es director ejecutivo de Management Consulting Group (MCG), empresa especializada en el ámbito de RSC.»][vc_column_text]
LA ORGANIZACIÓN, como expresión de la inteligencia humana, tiene un arraigo social clave, el éxito de la especie humana en el territorio limitado (etapa sedentaria) estuvo altamente condicionado por su capacidad para coordinarse y garantizar a través de estos modelos primarios de empresa social, la satisfacción de sus necesidades individuales y grupales. Surgido el “capital” y la empresa privada como su instrumento clave, esa función social de la organización se fue diluyendo y dando paso al Estado como responsable por la protección y el bienestar de las personas, la intermediación, la representación y el control del territorio, entre otras funciones claves.
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No es sino hasta el final del siglo XIX cuando la empresa empieza entender que la calidad de vida del trabajador es un factor fundamental en su productividad y en sus rendimientos financieros, por tanto, invertir en la mejora de la calidad de vida del trabajador y su familia incrementaba la probabilidad de lograr un éxito sostenido.
Desde entonces, han surgido multitud de modalidades en línea con una práctica empresarial que supere su misión estricta de como proveedora de bienes y servicios, a cambio de resultados económicos y un compromiso con su comunidad. El inventario de experiencia abarca desde la simple “filantropía” hasta la estructuración de sistemas de gestión de la RSE basados en referentes globales como el Pacto Global y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
En un ambiente marcado por el surgimiento permanente de opciones disruptivas que amenazan con cambios en el comportamiento del consumidor y ante un cliente más concienciado y exigente, que valora la reputación como una condición esencial de su decisión de compra, muchas organizaciones recurren a la RSE como un recurso de publicidad, promoción o para incrementar beneficios inmediatos. Esas decisiones evidencian un desconocimiento total de los fundamentos y objetivos de una política social, ambiental y económicamente responsables que reflejen el entendimiento de que, en el nuevo escenario, toda organización que quiera permanecer está obligada a ejercer una ciudadanía corporativa basada en la ética y en prácticas sustentables.
Obviamente, la adopción de un sistema RSE no necesariamente se reflejará en una mayor demanda de productos y servicios o en un mejor resultado financiero ya que sus resultados suelen producirse en el mediano y largo plazo y tienden a vincularse mucho más a la reputación corporativa y a la sostenibilidad de la organización.
La RSE es en esencia, una vuelta al principio, un retorno al origen, que nos recuerda que las empresas son nodos de un ecosistema social y por tanto no pueden subsistir sin establecer y sostener vínculos simbióticos con la comunidad a la que se deben, aquella que les facilita que su misión pueda materializarse en el tiempo y el espacio.
TODA ORGANIZ ACIÓN QUE QUIER A PERMANECER ESTÁ OBLIG ADA A EJERCER UNA CIUDADANÍA C ORPOR ATIVA BASADA EN L A ÉTICA Y EN PRÁCTICAS SUSTENTABLES A LARGO PLAZO.
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