Se detuvo el corazón de la familia real: muere el duque Felipe de Edimburgo - Revista Mercado
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Se detuvo el corazón de la familia real: muere el duque Felipe de Edimburgo

Por Karime Rivas | abril 9, 2021

Ser rey no es fácil y no serlo es más todavía. El mundo está conmocionado por una vida de la realeza que se ha apagado. El duque Felipe de Edimburgo, abandona este plano a sus 99 años. Muchos lo llaman ‘el príncipe sin reino’, pero con una muestra de lealtad infinita hacia la reina a quien amó grandemente.

La puntualidad inglesa se dejó ver incluso con el anuncio de su muerte. El reloj marcaba las 12:01 en Londres cuando el anuncio se hizo público: el duque de Edimburgo, el príncipe Felipe, marido de Isabel II había muerto por un ataque cardíaco. Fueron dos corazones los que se detuvieron, el de la reina también ha trastabillado de dolor. Su compañero por más de 73 años dejó este mundo en el Castillo de Windsor que albergó muchas alegrías, tristezas y anécdotas que reunió en las mesa de siete décadas que compartieron.

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Isabel ya no tendrá su bastón y fortaleza, que le supo sostener en momentos duros. Y el mundo comienza a preguntarse qué pasará con su majestad, ahora que Felipe no estará más.

 

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Una vida dura de reseñar

Su historia comienza en un cajón de naranjas, cuando sus padres Alicia y Andrés tuvieron que escapar de la guerra en Turquía. Un bebe de 18 meses que no fue colocado en cuna de oro, llegó en los brazos derrotados del príncipe Andrés, sin saber que crecería y se enamoraría de la mujer más poderosa de Inglaterra. Ese niño aceptó su apellido y aprendió a caminar tres pasos detrás de su amada.

Él se convertiría en Felipe de Edimburgo, el fiel compañero de la reina Isabel, asistiría a 22219 actos oficiales, colaboraría con 780 organizaciones benéficas y al final de su vida solo agradecería haber tenido con su esposa lo que nunca tuvo con sus padres: una familia.

Sus padres llegaron como exiliados de Grecia, con sus títulos de nobleza, pero desojados de su nacionalidad y con la cuenta bancaria en cero, el proceso que vivían no era una fiesta. Luego del escándalo y la depresión provocados a Alicia por los engaños de Andrés, Felipe con 10 años fue enviado a Alemania a estudiar bajo la tutela de un tío que lo asumió.

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Al cumplir los 12 tuvo que aprender a desenvolverse en la turbulencia de la escuela Gordonstoun, en Escocia. Una institución que sostenía que los retos físicos forjaban el carácter. Con prácticas casi espartanas, que hoy se considerarían inhumanas, los alumnos eran obligados a vestir pantalón corto todo el año, mantener las ventanas abiertas aunque afuera nevara, correr por las mañanas aunque estuviese lloviendo, nevando o granizando para luego ducharse con agua helada. Además no se permitían las visitas familiares.

La mejor decisión de Felipe quizás fue unirse a la Marina Real Británica. La Segunda Guerra Mundial se aproximaba pero todavía no era un monstruo, cuando fue designado para entretener a la adolescente Lilibet (Isabel II) y a su hermana Margarita. Cuando Isabel lo vio quedó deslumbrada, un cadete de 19 años, un metro ochenta y tres y una elegancia natural quedó grabado en ella.

Isabel de inmediato se mostró interesada por el cadete, pero él no tanto. Quizás porque ese niño nunca se sintió amado antes. Aún así comenzó a intercambiar cartas con esa adolescente que ya se convertía en mujer; estaba por pasar de princesa a reina. Entonces estalló la Guerra. Aunque tenían la posibilidad de instalarse en Cánada, Isabel se quedó en el país con su familia. En 1940, en medio del conflicto hablaron por la radio dando un mensaje de esperanza a sus compatriotas.

Sirviendo ambos a la nación continuaron con las cartas y expresiones de amor que muchos veían con desconfianza. Pasó la guerra, Isabel creció y el amor se consolidó. Jorge VI aceptó a Felipe como novio de su primogénita a regañadientes. El candidato no tenía fortuna ni tierras pero contaba con el mejor activo: su amor incondicional por Isabel.

El 20 de noviembre de 1947, Felipe se casa con Isabel. De regalo de bodas le dio un brazalete de diamantes diseñado por él y la promesa de dejar de fumar. Recibieron 10 mil telegramas de felicitaciones y 2500 regalos de todo el mundo que iban desde una máquina de coser hasta un caballo de carreras. una cabaña de caza en Kenia; un televisor, un juego de café de oro; un abrigo de visón; cristales y vajillas poco comunes. Isabel llevó un vestido realizado por 25 costureras y 10 bordadoras. Para dar el ejemplo pagó una parte con cupones de racionamiento. Felipe vistió su uniforme naval.

Fue la primera boda real transmitida a todo el planeta. Más de 200 millones de personas de todos los continentes escucharon la transmisión radial. Y entre tantas personas presentes el príncipe se encontraba solo, su familia había caído en desgracia. Las secuelas de la guerra aún se respiraban y la austeridad les obligó a pasar la luna de miel en Reino Unido. Un año después estaban anunciando la llegada de su primogénito, Carlos.

La relación sufrió otro cambio en 1952, Isabel se transformó en reina y su marido tuvo que renunciar a su religión que era la ortodoxa griega y perdió el título de príncipe de Grecia, a cambio le dieron el de duque de Edimburgo. Como príncipe no podía pertenecer más a la Marina.

Así es como queda grabada en el corazón del mundo, la historia de un «príncipe sin reino», la historia de Felipe de Edimburgo, cuyo corazón puede decirse que fue de acero, o quizás de oro con diamantes. Paz para sus restos.

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