Introducir ChatGPT en el día a día administrativo, o bloquearlo. El mundo comienza a dividirse en dos formas de encarar los retos que pone sobre la mesa la inteligencia artificial (IA). Japón parece ser el último en posicionarse y lo hace claramente del lado de incorporar la creación de OpenAI. Lo demuestra la reunión entre su primer ministro, Fumio Kishida, y Sam Altman.
El mandatario y el CEO de OpenAI se reunieron este lunes en Tokio con el objetivo, según recoge la agencia EFE, de estudiar cómo incorporar el bot de inteligencia artificial al día a día burocrático y administrativo del gobierno nipón.
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El otro gran asunto abordado por el primer ministro y el empresario estuvo relacionado con aspectos legales y normativos que el uso de esta tecnología requiere.
Sam Altman afirmó que conversaron sobre «los beneficios de la tecnología de inteligencia artificial y cómo reducir sus desventajas«, en declaraciones realizadas los medios locales y publicadas por EFE. Además, el cofundador y CEO de OpenAI propuso a Kishida la opción de que la compañía abra una oficina en Japón.
Sam Altman, el cerebro detrás de ChatGPT
Según el empresario, el país nipón es «uno de los centros mundiales» en términos de uso de ChatGPT. Por ello, cree que Japón «puede desempeñar un papel significativo como país de adopción y de uso» de la herramienta.
Así, como parte de su visita, Altman también mantuvo una reunión con legisladores del Partido Liberal Democrático (PLD), actualmente en el gobierno.
Frente a otros países que están prohibiendo la herramienta de forma temporal, Japón es, definitivamente, una oportunidad para OpenAI. Altman cree que sus instituciones «pueden ayudar a establecer la agenda global para regular» el uso de esta inteligencia artificial. Así, se lograría «maximizar sus ventajas y minimizar sus desventajas», señaló.
En cuanto a la opinión del gobierno japonés, Hirokazu Matsuno, portavoz, no quiso tomar una postura pública claramente favorable, señalando que «puede conllevar tanto méritos como preocupación» por las consecuencias que podría tener su uso a gran escala.
Así, Japón «va a estudiar la posibilidad de su uso para tareas administrativas», aunque fijando algunos límites. Por ejemplo, el gobierno se ocupará de que la llegada de ChgatGPT no suponga la pérdida de puestos de trabajo de funcionarios públicos. También se prestará especial atención a la seguridad de informaciones secretas o datos privados, evitando fugas y analizando de cerca la evolución de la herramienta.
La apuesta del gobierno de Japón por la inteligencia artificial no es nueva. De hecho, el país está inmerso en un proceso profundo de digitalización de todos sus sistemas burocráticos.
Hace unos días, el ministro de digitalización, Taro Kono, afirmó que están considerando «activamente» utilizar este tipo de sistemas para agilizar el trabajo de ministerios e instituciones públicas. La reunión entre Kishida y Altman así lo demuestra.
Italia, en cambio, parece dar pasos en la dirección opuesta. El país europeo decidió prohibir «con efecto inmediato» el uso de ChatGPT. El argumento es que no respeta las leyes de protección de datos. Se ha abierto una investigación y durante su duración, el bot estará bloqueado.
La drástica decisión se tomó después de que el pasado 20 de marzo se produjese una fuga de datos de usuarios e informaciones de pagos. Italia considera que la herramienta no ofrece información clara sobre qué datos recoge, y además, destaca la ausencia de una «base jurídica que justifique la recogida y conservación masiva de datos personales».
Además, Italia señala que las respuestas de ChatGPT no siempre son reales y lamenta la ausencia de filtros de verificación de edad, lo que provoca que haya niños «expuestos a respuestas absolutamente no idóneas respecto a su nivel de desarrollo y conciencia».
Dos formas de abordar una realidad llamada a revolucionar nuestro día a día.
Borja Santamaría, con información de EFE
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