«Papeles de Wuhan» revelan que China falseó las muertes por covid - Revista Mercado
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«Papeles de Wuhan» revelan que China falseó las muertes por covid

Por revistamercado | diciembre 2, 2020

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Cuando se cumple justo un año desde que, oficialmente, se detectaron los primeros casos de un nuevo coronavirus en Wuhan, ven la luz unos documentos que cuestionan la respuesta inicial de China a la epidemia y revelan que falseó sus cifras de contagiados y fallecidos.

Filtrados a la CNN por fuentes del sistema sanitario chino que requieren permanecer en el anonimato por seguridad, estos «Papeles de Wuhan» son 117 páginas de documentos secretos del Centro de Prevención y Control de Enfermedades de la provincia de Hubei.

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Según informa esta televisión por cable estadounidense, que asegura haber verificado los documentos con seis expertos independientes, abarcan desde octubre del año pasado hasta abril y ofrecen una visión interna de la epidemia que difiere de lo que se anunciaba al público. Por ejemplo, recogen que las autoridades chinas informaron el 10 de febrero de 2.478 nuevos casos confirmados cuando, según un informe marcado como «interno y confidencial», el número real ascendía a 5.918, divididos en varias categorías. Juntos a 2.345 «casos confirmados», figuraban 1.772 «casos por diagnóstico clínico» y 1.796 «casos sospechosos». Hasta entonces, solo se consideraban «casos confirmados· los diagnosticados por la prueba del ácido nucleico (PCR). Pero, como no había para todos los pacientes y muchos enfermos murieron las primeras semanas sin que se les hicieran, los detectados mediante rayos X o escáner pulmonar se calificaban como «diagnósticos clínicos» y los que tenían contacto con enfermos o algún síntoma leve como «sospechosos».

Hasta el 14 de febrero no se incluyeron los casos diagnosticados clínicamente entre los confirmados, lo que hizo aflorar diez veces más enfermos que el día anterior y dobló la cifra de fallecidos. Poco después, las autoridades volvieron a cambiar el criterio para que las cifras no se dispararan tanto. Por ejemplo, y al contrario que en otros países, los asintomáticos no cuentan como casos confirmados.

Más «engañosas» aún fueron las cifras de fallecidos, que se sospechan mayores de lo reconocido oficialmente. Tal y como recogen los documentos internos, ese mismo 10 de febrero murieron seis sanitarios, pero no se informó públicamente por ser un tema muy sensible. Solo tres días antes había perecido el doctor Li Wenliang, el oftalmólogo que avisó de la enfermedad y fue reprendido por la Policía, y la rabia desatada en internet había desbordado a la censura.

Una semana después, el 17 de febrero, la provincia de Hubei publicaba que había 93 muertes ese día cuando, en realidad, en los documentos internos constaban 196. El 7 de marzo, el balance total de fallecidos ascendía oficialmente a 2.986 en Hubei, pero las cifras reales secretas alcanzaban los 3.456. De ellos, 2.675 eran muertos a quienes se les había hecho la prueba PCR, 647 «diagnosticados clínicamente» con rayos X o tomografía y 126 «sospechosos» de padecer el coronavirus.

Para William Schaffner, profesor de Enfermades Infecciosas en la Universidad de Vanderbilt, estos criterios «parecieron minimizar el impacto de la epidemia» en la opinión pública internacional. Tal y como declara a la CNN, «incluir a los pacientes que eran sospechosos habría ampliado el tamaño del brote y habría dado una aproximación más verdadera de la naturaleza de la infección».

Aunque el régimen chino insiste en la transparencia de su información sobre el coronavirus, desde el principio hay una gran desconfianza internacional que ha dañado su imagen. De todas maneras, su opacidad no disculpa la pasividad de Occidente, que tuvo dos meses para prepararse y no hizo nada. A todo ello se suma el misterio sobre el origen de la epidemia y los primeros contagios. A tenor de un estudio de la prestigiosa revista médica «The Lancet», el primer caso fue detectado el 1 de diciembre del año pasado en el Hospital de Jiyintan de Wuhan, especializado en enfermedades respiratorias. Pero, según el periódico «South China Morning Post», los primeros contagios se remontan al 17 de noviembre según unos registros secretos del Gobierno.

En ese momento, es probable que los médicos no supieran todavía que combatían una nueva enfermedad ni relacionaran los casos. Pero, el 27 de diciembre, el doctor Zhang Jixian, del Hospital Provincial de Hubei de Medicina China y Occidental, avisó a las autoridades de que se trataba de un nuevo coronavirus. Ese día, según el SCMP, había ya 180 infectados, que subieron hasta los 266 el 31 de diciembre y hasta los 381 el 1 de enero.

Pero el 3 de enero, cuando los medios chinos ya habían informado de la aparición de una nueva enfermedad y se había cerrado el mercado de animales de Huanan en Wuhan, Pekín solo comunicó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que había 44 casos de una «neumonía de origen desconocido». A tenor de los documentos secretos obtenidos por la CNN, en un gráfico de 2019 aparece un número muy superior entre «casos confirmados» y «diagnosticados clínicamente»: alrededor de 200.

Además, estos papeles filtrados destapan otros errores y deficiencias de la actuación inicial contra la epidemia. Entre ellos figuran la tardanza en los diagnósticos, que llegó a ser de hasta 23 días, y la poca fiabilidad de las primeras pruebas, que daban muchos falsos negativos porque solo tenían entre un 30 y un 50 por ciento de eficiencia.

Otro inconveniente añadido fue la virulencia que tuvo la gripe el invierno pasado en la provincia de Hubei, que disparó los resfriados hasta veinte veces con respecto a la campaña anterior en Wuhan y en las ciudades de Yinchang y Xianning. Aunque no se sabe si esto afectó al estallido del coronavirus, los hospitales ya estaban muy ocupados cuando se desató la epidemia.

Junto a las carencias presupuestarias que sufría el sistema sanitario, citadas en los documentos a los que ha tenido acceso la CNN, destacan otros lastres habituales en el régimen chino: la burocracia y la ocultación de los problemas. Al igual que con el SARS en 2002, Pekín intentó tapar la epidemia silenciando a los médicos que alertaban sobre ella y hasta permitió las fiestas previas al Año Nuevo Lunar, que se celebraba el 25 de enero, hasta que se dio cuenta del peligro y tomó medidas drásticas como cerrar Wuhan y el resto de la provincia de Hubei el día 23. Para entonces, ya se había perdido un tiempo precioso.

Fuente: CNNEspañol

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