Durante los años de la Guerra Fría, dos poderes tenían la máxima influencia sobre el planeta: el estadounidense y el soviético. Representaban dos ideologías enemigas, dos modos de vida y dos concepciones del Estado. Los tiempos cambiaron tras la caída del Muro de Berlín, el fin de la Unión Soviética y la apertura de China al mundo. Hoy son tres las grandes potencias que predominan en la Tierra: Estados Unidos, China y Rusia.
Los dos primeros tienen las dos más grandes economías y los tres, los más poderosos ejércitos. Pero aunque parezca increíble, tienen coincidencias, como la de contar con mandatarios incomparables. Donald Trump, Xi Jinping y Vladimir Putin son ejemplos de ambición de poder, de un estilo muy especial de ejercerlo y de no querer dejarlo.
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Una personalidad a la que no se puede ser indiferente es la que gobierna desde la Casa Blanca. Todo en Trump es rodeado de polémica. Las diferencias con sus colaboradores, las críticas hacia sus contradictores, sus peleas diarias, su inédita campaña electoral, sus mentiras cotidianas y su condición de permanente showman lo hacen un presidente incomparable.
En su campaña por la reelección hay dos factores que está cargando como un lastre que huele a derrota. El enfoque con el que trató el difícil tema del ciudadano negro George Floyd, que murió asfixiado por un policía en Minneapolis es el primero. No hizo una condena decidida a un acto rechazado por la mayoría de la población, hizo dispersar por la fuerza una manifestación pacífica solo para tomarse una foto, habló tardíamente sobre los derechos civiles de la población negra y amenazó repetidamente con el envío del Ejército a las ciudades con mayores manifestaciones.
El segundo error es el manejo del covid-19. Rechazaba el confinamiento como prevención, no usaba mascarilla, culpaba de todo a los chinos, prometió sacar al país de la Organización Mundial de la Salud y hacía sus propios dictámenes médicos. Ya son cíclicas sus peleas con China. Hostiga a Huawei, acusándola de negociar con Irak, violando el bloqueo a ese país.
Culpa a China de que en sus laboratorios se incubó el covid-19 y cerró su consulado en Houston, acusándola de espionaje. Aunque todos los pronósticos pueden fallar, es previsible que su errática conducción del Estado lo hunda en las elecciones de noviembre. Y mientras tanto, queda en el ambiente la idea con la que subtitula su libro su sobrina Mary Trump: “Cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo”.
XI JINPING PRESIDENTE DE CHINA
Historias de Poder. Tener poder es que un presidente logre que en el órgano legislativo de su país, se vote una reforma de la Constitución por la cual su período de gobierno se extienda de cinco años a… ¡indefinido! Xi Jinping logró eso en el 2018 y con una votación de 2,958 votos a favor sobre 2,963 posibles. Presidente de China desde marzo de 2013, Xi es considerado en muchos círculos como el hombre más poderoso del mundo y no solo por ejercer ese cargo, sino porque simultáneamente tiene otra dignidad de enorme peso en su país: secretario general del Partido Comunista, la agrupación política más grande del mundo.
No hay democracia en China, tal como ese concepto se define en Occidente. No hay elecciones como las que se hacen en Latinoamérica, ni hay plena libertad de expresión. Pero nadie, en las cumbres a las que asiste Xi, se atreve a decirle dictador. Ni Trump ni Putin lo tratarían así. Segunda economía del mundo, primer protagonista del comercio internacional y primer inversionista extranjero en los últimos cinco años China es también epicentro de todos los debates. Casi todos los meses, la Casa Blanca le acusa de alguna irregularidad, pasando por temas de aranceles comerciales, prácticas empresariales, manejo ambiental y hasta espionaje.
Siempre sonriente, Xi recibe todas las denuncias, les da respuesta oficial y sigue de país en país, porque es el mandatario chino que más viajes internacionales ha hecho. Firma pactos o acuerdos comerciales en todas partes, lleva inversión de empresas de su país y financia proyectos de infraestructura en los cinco continentes.
Ningún mandatario chino había tenido tanta exposición mundial como Xi. Quizá solo el icónico Mao había tenido tanta influencia global, porque su gobierno surgió de una revolución y estuvo vigente durante la Guerra Fría. Pero Xi vive otra época en la que predica el pacifismo, la libre competencia y rechaza el proteccionismo, pero sigue llamándose comunista. China es protagonista de todo: de avances tecnológicos, de la carrera hacia Marte, de ser el lugar de nacimiento del covid-19, de los proyectos más ambiciosos de energías verdes, de todo lo imaginable. El ingeniero químico Xi, doctor en teoría marxista y apasionado por la política es el conductor de ese coloso. Y su ideario del “socialismo con características chinas” forma parte de los estatutos de su partido y es la guía de la política económica del país.
VLADIMIR PUTIN PRESIDENTE DE RUSIA
El período presidencial de Vladimir Putin termina en 2024. Pero en julio pasado, el referendo de reforma constitucional que fue aprobado por el 80% de los votantes abrió las puertas a que el presidente vuelva a presentar su candidatura en ese año y en el 2030.
De esta manera, Putin podría gobernar hasta 2036. El arrollador triunfo de Putin fue ensombrecido por las denuncias de un megafraude, que empezaron largos trámites cuyo resultado no debe ser positivo. El ego de Putin tuvo el mes pasado un nuevo triunfo, cuando anunció a todo el planeta que su país ya tenía la primera vacuna mundial contra el covid-19.
El poder que acumula es inmenso. Su cargo oficial es el de Presidente de la Federación de Rusia, que desempeña desde mayo de 2012. Oficialmente lleva cuatro períodos en el poder, porque se considera que su presidencia entre 1999 y 2000 fue interina. Así, su primer gobierno fue de 2000 a 2004; el segundo, de 2004 a 2008; el tercero, ya de seis años, de 2012 a 2018, y el cuarto es el actual, que empezó hace dos años. Abogado graduado con honor y egresado de la Academia de Espionaje de la KGB, Putin adora el poderío bélico.
Este año, mientras EE. UU. y China se acusan mutuamente de espionaje Putin se concentró en armar a Rusia. Su Armada tendrá armas hipersónicas y drones nucleares submarinos. Se trata de la nueva generación de armas inteligentes que, según Putin, pueden llegar a cualquier lugar del mundo. El arsenal incluye misiles hipersónicos que viajan a cinco veces la velocidad del sonido rastreables. Utilizan “tecnologías digitales que no tienen igual en el mundo”, dice orgulloso. La cumbre del G7 de este año será en EE. UU. el mes próximo, según lo asegura su organizador, Donald Trump. Rusia fue expulsada de este grupo en 2014, por la anexión de Crimea.
Trump quiere que Putin asista, con la resistencia de los europeos. Si lo logra, el “zar” ruso tendrá su regreso triunfal a la mesa de los que gobiernan el mundo. Y si ello se hace con armas hipersónicas, él es quien tiene la última palabra.
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