Muchos de nuestros hábitos alimenticios son tan automáticos que apenas nos detenemos a pensar en sus consecuencias. Desde desayunar alimentos dulces hasta cenar tarde en la noche, nuestras decisiones nutricionales están llenas de costumbres arraigadas que pueden comprometer nuestra salud.
Según el dietista y experto en nutrición, José María Catalina de la Peña, algunas de estas prácticas pueden llevarnos a desarrollar obesidad y enfermedades metabólicas sin darnos cuenta. A continuación, repasamos tres de los hábitos más comunes que deberías reconsiderar.
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Uno de los errores más comunes es empezar el día con alimentos dulces. La industria alimentaria nos ha convencido de que el desayuno debe incluir productos como galletas, cereales azucarados o bollería.
Según José María Catalina, esto no solo genera dependencia de la glucosa, sino que puede predisponernos a desarrollar enfermedades metabólicas. Los niveles de azúcar en la sangre suben desde primera hora de la mañana. De este modo crea un círculo vicioso de subidas y bajadas que afecta nuestra salud a largo plazo.
Consumir carbohidratos en todas las comidas es otro hábito común que podría estar perjudicando tu salud. Catalina explica que este exceso de carbohidratos no permite que el cuerpo aprenda a utilizar las grasas como fuente de energía.
Además, mantener altos niveles de insulina durante todo el día favorece el almacenamiento de grasa, lo que puede llevar al aumento de peso y a la inflamación crónica. Para romper este ciclo, recomienda reducir el consumo de carbohidratos y priorizar las grasas saludables como fuente principal de energía.
Cenar pasadas las 10 de la noche es una práctica habitual en muchas familias, pero según el experto, cenar tarde puede empeorar la sensibilidad a la insulina y alterar los ritmos circadianos. La melatonina, que se libera por la noche para prepararnos para el sueño, interfiere con la producción de insulina. Esto provoca que el azúcar en sangre permanezca elevado por más tiempo, afectando no solo el metabolismo, sino también la calidad del descanso.
Pequeños ajustes en nuestros hábitos alimenticios, como evitar el exceso de carbohidratos, optar por desayunos más equilibrados y cenar más temprano, pueden marcar una gran diferencia en nuestra salud. Escuchar al cuerpo y aprender a distinguir el hambre real de la emocional es clave para prevenir enfermedades a largo plazo.
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