Faber-Castell: un imperio escrito a lápiz
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Faber-Castell: un imperio escrito a puro lápiz

Por revistamercado | mayo 13, 2022

El poblado de Stein, en Bavaria, Alemania, tiene una tradición de fabricación de lápices que se remonta a 1719. Nace de sus minas de lignito, el carbón mineral que permite la escritura sobre papel. Allí se estableció, en 1758, un ebanista llamado Kaspar Faber, quien comenzó un modesto negocio usando sus conocimientos en madera y la facilidad de encontrar el lignito. Fue el inicio del imperio Faber-Castell, una marca de no ha dejado de evolucionar a través de los siglos, y cuyo legado hoy continúa gracias a la participación de la novena generación de la familia.

kasper faber, fundador de la fabrica de lapices

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Faber comenzó a producir sus primeros lápices en 1761. Inicialmente, los esfuerzos para convertir su fabricación en un oficio aprobado por el gremio fracasaron debido al rechazo de Nuremberg Rugsamt, entidad que supervisaba los oficios en la ciudad y sus alrededores. Pese a ello, su interés no disminuyó en ningún momento.

En aquella época, los lápices hechos de grafito puro se desmoronaban y rompían fácilmente. Así que, en 1771, Faber comenzó sus primeros intentos de mejorar los lápices utilizando grafito molido, que mezcló con azufre, antimonio y resinas aglutinantes. Fue una de las primeras innovaciones en la producción que el negocio introdujo.

Los terrenos de la actual sede

El relevo generacional llegó luego de la muerte Kasper, en la figura de su hijo Anton Wilhelm (1758-1819). El heredero dio a la entonces pequeña empresa un importante impulso cuando decidió llevar a cabo una primera transición hacia una producción más industrializada. De hecho, hay que destacar que la actual sede principal de Faber-Castell se encuentra en los terrenos que adquirió Anton Wilhelm en las afueras de Stein, donde estableció formalmente la fábrica, a la que denominó A. W. Faber.

Anton, heredero de Kasper, adquirió los terrenos donde hoy se encuentra la sede principal

En 1809 accedió al negocio la tercera generación de la familia, Georg Leonhard (1788-1839), a quien le tocó enfrentarse al difícil entorno político y económico de la época y, sobre todo, a la competencia de los lápices ingleses, cuya calidad gracias al carbón que utilizaban estaba ganando cada vez más mercado.

Pensando en la importancia que representaba para la empresa la expansión internacional, Georg Leonhard mandó a sus hijos –Lothar y Johann– al extranjero. Una decisión que permitió a los jóvenes ampliar sus conocimientos y pensar en nuevas ideas que sentaron las bases para las estrategias que implementarían más tarde.

Sistema de seguridad social para empleados

La participación activa de la cuarta generación en la empresa llegó tras la muerte de Georg Leonhard, en 1839, cuando Lothar Faber tomó las riendas del negocio familiar. Lothar llevó a cabo una importante labor de modernización, expansión y diversificación de la compañía. Entre las estrategias que adoptó destaca la adquisición, en 1856, de los derechos de explotación de una mina de grafito de excelente calidad en Siberia, así como la modernización de la fábrica.

En esta etapa protagonizada por Lothar, la empresa fue pionera en la creación de un sistema de seguridad social para sus empleados, al que más tarde incorporó planes de pensiones y otros beneficios sociales. También dio los primeros pasos en el terreno de la comercialización, priorizó la alta calidad y cuidada presentación de los lápices, e innovó con la estampación del nombre de la marca en sus productos.

Para mediados del siglo XIX, la empresa ya se había internacionalizado con sucursales en Nueva York, San Petersburgo, Londres y París. En 1861 se estableció la primera fábrica en el extranjero, situada en Brooklyn, Nueva York, dirigida por el hermano menor de la familia, Eberhard. También se amplió el catálogo de productos: en 1861 comenzaron a fabricarse pizarras escolares y en 1872 se inauguró una fábrica de gomas de borrar en Newark, Estados Unidos.

La nueva etapa: Faber-Castell

El hijo de Lothar, Wilhelm, fue designado sucesor al frente de la empresa, pero murió sin descendientes varones. Por ello, la compañía fue heredada por su hija, la baronesa Ottilie von Faber, que se casó en 1898 con el conde Alexander zu Castell-Rüdenhausen.

ottilie von faber y alexander zu castel-rudenhausen

Este se incorporó a la empresa familiar poco después y pasó a dirigirla tras la muerte de la baronesa, adoptando entonces la denominación de A. W. Faber- Castell. Bajo la dirección de Alexander, la empresa modernizó su imagen y lanzó nuevas gamas de productos, como lápices de alta calidad y lápices de colores.

En 1928, el hijo de Ottilie y Alexander, el conde Roland von Faber-Castell, heredó la empresa familiar y, entre sus aportes, se destacan la expansión internacional del negocio por Sudamérica y Europa, así como la incorporación al catálogo de productos de portaminas y bolígrafos. También creó nuevos formatos como los lápices para niños, presentados en paquetes de gran colorido.

novena generacion de la familia faber-castell

Anton Wolfang von Faber- Castell tomó el relevo en 1978 como la octava generación de la familia al frente del negocio. En esta etapa se abrieron nuevas fábricas y oficinas en el extranjero, especialmente en Asia, y se buscó la sostenibilidad de los proyectos que se emprendieron. Así, en 2003, Faber- Castell se adhirió al Pacto Mundial de las Naciones Unidas, como muestra de la conciencia de responsabilidad social de la empresa.

En la actualidad, el relevo corresponde a la novena generación, compuesta por el conde Charles y las condesa Katharina, Sarah y Victoria von Faber-Castell. El Conde Charles von Faber-Castell, nacido en 1980, ha sido responsable del negocio premium global desde 2015, mientras que la condesa Katharina von Faber- Castell, nacida en 1988, ha sido jefa de Desarrollo Corporativo desde 2018.

(RM)

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