La enfermedad mental más común es la depresión, miles de millones de personas padecen de esta condición caracterizada la interferencia de sentimientos de tristeza en la vida diaria.
Usualmente, los pacientes diagnosticados con depresión enmascaran su estado de ánimo, debido a la incapacidad de sentirse importante para ellos mismos y para las demás personas a su alrededor.
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Los adolescentes son más propensos a ser depresivos o sufrir un episodio; los cambios hormonales, físicos, presión de compañeros en el colegio, etapa de «nadie me entiende» en el hogar, al igual que expectativas académicas forman parte de las razones que ocasionan altibajos constantes en esta etapa de crecimiento.
En los adultos las causas varían, pues se trata de experiencias traumáticas, estrés crónico, entre demás aspectos psicosociales, sin dejar atrás las evidentes excepciones. Sin embargo, la falta de sueño y el cansancio constante inciden en la probabilidad de la aparición del trastorno desde temprana edad, según la Universidad de Reading (Inglaterra).
Durante el inicio de la pandemia, evitar dormir era una práctica común entre la mayoría de los confinados, pues tanto tiempo dentro de casa, resultaba fácil entretenerse u ocupar las horas de descanso en otros asuntos triviales.
Datos de un estudio revelan que aquellas personas que usualmente tienen sueño durante el día o se sienten incapaces de dormir lo suficiente, tienen mayor tendencia a desarrollar las condiciones anteriormente mencionadas.
Por otro lado, los adolescentes deprimidos tienen peores hábitos de sueño que sus compañeros sanos; también demuestra que el mal sueño durante la juventud podría ser una de las causas subyacentes de un adulto que sufre de depresión o ansiedad.
Para evitar estas situaciones y lo que pudiera significar, es importante mantenerse alerta ante posibles síntomas de la enfermedad, al igual que reponer el descanso perdido y asegurarle una buena rutina de sueño a los adolescentes bajo su cargo.