La piel es un reflejo de nuestro bienestar general, y no es sorprendente que las condiciones emocionales, como el estrés y la ansiedad, puedan desencadenar problemas dermatológicos graves como la psoriasis, una enfermedad autoinmune que se caracteriza por la formación de parches rojos y escamosos en la piel.
Si bien se desconoce la causa exacta de esta dolencia, los factores genéticos y ambientales desempeñan un papel importante en su desarrollo.
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Entre estos componentes, el estrés y la ansiedad han sido identificados como desencadenantes y agravantes de los brotes de psoriasis.
La Asociación Americana de Psicología (APA) señala que existe una fina frontera entre el estrés y la ansiedad. A pesar de que comparten síntomas similares, el estrés generalmente surge como reacción a un estímulo particular, como una sobrecarga de trabajo o la exposición a un conflicto.
Mientras tanto, la ansiedad está más vinculada a la preocupación sostenida por situaciones que no tienen causas evidentes o que no están directamente relacionados con una situación específica. Cuando experimentamos estos signos, nuestro cuerpo libera hormonas del estrés, como el cortisol, que pueden desencadenar una inflamación.
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La psoriasis puede tener un impacto en las relaciones personales y en la rutina diaria de quienes la padecen, lo que puede aumentar los niveles de estrés y ansiedad. Por tanto, resulta crucial que, si experimentas este trastorno y te encuentras bajo estrés, rompas con este ciclo perjudicial que puede agravar la enfermedad: el incremento del estrés puede dar lugar a más brotes de psoriasis y, consecuentemente, a una mayor ansiedad.
Para controlar los síntomas de la psoriasis, es importante seguir un enfoque integral que involucre el cuidado de la piel, la gestión del estrés y posiblemente la atención médica.