El tiempo es un lujo que algunos pueden darse; sin embargo, esto no ocurre así a cabalidad con las mujeres, quienes de acuerdo con AIMC Marcas, las mujeres que dicen no tener tiempo para nada es un 20 por ciento superior que el de los hombres que hacen esa misma afirmación.
Aquí entra en juego la pobreza del tiempo; que puede afectar a hombres y mujeres por igual, pero en el caso particular de las mujeres y según la OCDE, las mujeres dedican al menos dos horas más cada día al cuidado del hogar y a la familia.
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Entonces, la pobreza del tiempo «puede ser consecuencia de la carga excesiva que demanda el trabajo remunerado o al exceso del trabajo no remunerado que afecta principalmente a las mujeres, debido a la desigual distribución de tareas reproductivas entre ellas y los hombres”, según el Better Life Index de la OCDE.
Hay otros factores que agravan la situación, ya que las mujeres trabajan en una profesión con mucha exigencia, y esto vuelve a la conciliación un imposible y ahora lo que falta es tiempo de ocio y descanso.
Cuando una madre logra algo de tiempo para, por ejemplo, irse a clase de yoga, es fácil que lo haga «a costa» del tiempo de ocio y descanso de otra mujer.
Durante los últimos 10 años, un punto que también ha estado es el de la conciliación, según un informe del índice de responsabilidad familiar corporativa (Ifrei), indica que un 48 por ciento de las mujeres y un 41 por ciento de los hombres estiman que sus empresas esperan que pasen más horas en sus puestos de trabajo que las formalmente establecidas.
En el caso de las mujeres, se deben sumar las jornadas laborales muchas veces extendidas, la doble jornada en casa, algo que interviene directamente en el estrés, la ansiedad, el cansancio crónico o la depresión.
Si las mujeres tuvieran un momento para el ocio, a diferencia de los hombres, les sería imposible relajarse completamente.
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La planificación, organización y coordinación de muchas de las labores que conlleva el desempeño del rol de cuidado doméstico y familiar, supone manejar e integrar una gran cantidad información, con la necesaria participación de procesos y recursos cognitivos como atención, memoria, concentración, con el notable esfuerzo psicológico que supone.
Además, por la propia dinámica de las responsabilidades y la necesidad de conciliar con otras actividades fuera del entorno familiar, se producen importantes presiones temporales: agendas, citas previas, fechas límite que elevan el nivel de estrés.
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