Reino Unido alcanza un hito histórico en su lucha contra el cambio climático y la dependencia de los combustibles fósiles al cerrar su última central eléctrica de carbón. La clausura de la planta de Ratcliffe-on-Soar, en el centro de Inglaterra, marca el fin de una era para un país que fue pionero en el uso de carbón a gran escala para la generación de energía, y un paso significativo hacia un futuro basado en energías renovables.
El Reino Unido se ha posicionado como un líder global en la transición energética. Su enfoque en la innovación y la sostenibilidad ha servido de modelo para otros países que buscan reducir su huella de carbono.
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Inaugurada en 1968, la planta de Ratcliffe-on-Soar, con sus cuatro grandes calentadores y una icónica chimenea de 199 metros, fue durante décadas un símbolo de la potencia industrial del Reino Unido. Esta instalación tenía la capacidad de generar hasta dos gigavatios de electricidad, suficientes para abastecer a cerca de dos millones de hogares. Ahora, después de más de medio siglo de operación, la central cerrará definitivamente sus puertas, lo que representa un punto de inflexión en la trayectoria energética del país.
Este paso convierte al Reino Unido en el primer país del G7 en eliminar por completo el carbón de su matriz de generación eléctrica. Este movimiento no solo tiene implicaciones simbólicas, sino también prácticas, ya que el cierre de Ratcliffe-on-Soar culmina un proceso de transformación que ha visto a este país liderar la transición hacia energías limpias.
Muchos de los 170 empleados de la planta continuarán contratados durante los próximos dos años, ya que su experiencia será clave en el desmantelamiento de la infraestructura y la gestión de los residuos del sitio.
Un factor crucial en el éxito de esta transición ha sido el fuerte apoyo público. Según una encuesta realizada por Climate Outreach y More in Common, el 65 % de los británicos está a favor del cambio de los combustibles fósiles a las energías renovables, mientras que solo un 8 % se opone. Este respaldo refleja un cambio cultural y social que acompaña el viraje energético del Reino Unido, impulsado por la creciente conciencia sobre los efectos del cambio climático y la contaminación del aire.
Para Doug Parr, director de políticas de Greenpeace UK, la eliminación del carbón ha sido posible en gran medida gracias a los avances en energías renovables.
El Reino Unido da un ejemplo que el resto del mundo debe seguir si queremos detener la devastación causada por la crisis climática y la polución del aire».
Parr también subrayó la importancia de que esta transición se realice en colaboración con los sindicatos, para asegurar que los trabajadores que pierden sus empleos en la industria del carbón encuentren nuevas oportunidades en sectores emergentes.
El cierre de Ratcliffe-on-Soar refleja un cambio más amplio en la forma en que el Reino Unido genera su electricidad. Según un análisis del centro de estudios Ember, en 2012 el carbón representaba un 39 % de la producción eléctrica del país, mientras que en 2024 esa cifra ha caído a un 0 %. Este cambio ha sido impulsado por el crecimiento de las energías renovables, en particular la eólica y la solar. Entre 2012 y 2024, la proporción de electricidad generada por estas fuentes limpias pasó del 6 % al 34 %, lo que ha contribuido a desplazar 28 millones de toneladas de carbón.
Este rápido crecimiento de la energía eólica y solar también ha tenido un impacto significativo en los costos. Según Ember, el desplazamiento del carbón ha evitado unos 2.900 millones de libras (3.440 millones de euros) en costos de combustible, utilizando precios ajustados a 2023. Además, las emisiones del sector eléctrico se redujeron en un 74 %, bajando de 160 MtCO2e a 41 MtCO2e desde 2012, lo que demuestra el impacto tangible de la transición hacia una matriz energética más limpia.
A pesar de estos avances, el Reino Unido aún enfrenta desafíos en su objetivo de lograr la carboneutralidad para 2030. La eliminación del carbón es solo una parte de un esfuerzo más amplio que incluye la transformación de sectores como el transporte, la industria pesada y la calefacción residencial. Sin embargo, el cierre de plantas de carbón y el aumento de la capacidad de las energías renovables son pasos críticos hacia la consecución de este objetivo.
La eólica marina y la solar fotovoltaica seguirán desempeñando un papel fundamental en la nueva matriz energética del país. Las inversiones en estas áreas no solo son necesarias para reducir aún más las emisiones de carbono, sino que también ofrecen la oportunidad de crear nuevos empleos y fortalecer la economía en regiones que históricamente dependieron de la minería y la energía basada en combustibles fósiles.
El caso del Reino Unido sirve como un modelo a seguir para otras naciones que buscan reducir su dependencia del carbón y acelerar la adopción de energías renovables. En un contexto global donde la crisis climática se intensifica y las políticas energéticas juegan un papel decisivo, el éxito británico demuestra que la transición energética es posible, incluso para aquellos países con una larga historia de dependencia del carbón.
La clausura de la planta de Ratcliffe-on-Soar no es solo un final, sino el comienzo de una nueva etapa en la que el Reino Unido continúa liderando el camino hacia un futuro más sostenible y libre de carbono. La rápida adopción de energías renovables y el respaldo popular hacia esta transición sugieren que este cambio no solo es necesario, sino también irreversible, marcando el fin de una era y el surgimiento de un nuevo paradigma energético.
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Redacción con información de EFE
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