En un mundo cada vez más consciente de los desafíos climáticos y la necesidad de reducir la dependencia de los combustibles fósiles, Latinoamérica emerge como una región líder en la adopción de energías renovables.
De acuerdo con cifras de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), para 2025, las inversiones en este sector podrían superar los 20,000 millones de dólares, consolidando a la región como una de las más dinámicas en la implementación de tecnologías limpias a nivel global.
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El impulso no solo responde a la necesidad de reducir la dependencia de los combustibles fósiles, sino también a los desafíos energéticos y económicos que enfrentan los países de la región.
Brasil, México, Chile y Colombia lideran el desarrollo de la energía solar en Latinoamérica. Estos países han implementado políticas y proyectos que han permitido un aumento significativo en la capacidad instalada de energía solar fotovoltaica. Además, naciones como Panamá, Guatemala, Costa Rica y El Salvador también están avanzando en este ámbito, lo que contribuye al dinamismo regional.
El aumento en los precios de la energía eléctrica ha sido un factor determinante en este crecimiento. Muchas empresas y hogares están optando por invertir en sistemas de energía solar como una alternativa más económica y sostenible. Esta tendencia no solo reduce los costos energéticos, sino que también promueve la independencia energética y contribuye a la reducción de emisiones de carbono.
A finales del año pasado, la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) presentó su informe Panorama Energético de América Latina y el Caribe, el cual revela un aumento constante en la demanda energética y avances significativos en la transición hacia fuentes renovables, especialmente la solar y la eólica. El documento destaca que, aunque la región ha logrado avances notables, aún existen desafíos importantes que deben abordarse.
Uno de los datos más preocupantes del informe es que aproximadamente 17 millones de personas en Latinoamérica aún no tienen acceso a servicios energéticos básicos. Esta situación resalta la necesidad de políticas inclusivas que garanticen que los beneficios de la transición energética lleguen a todas las comunidades, especialmente a las más vulnerables y alejadas de los centros urbanos.
La industria solar fotovoltaica en Latinoamérica está experimentando un crecimiento acelerado. Este desarrollo está impulsado por la creciente demanda de energía limpia, los avances tecnológicos y el apoyo de políticas gubernamentales. La adopción de tecnologías solares no solo responde a la necesidad de energía sostenible, sino que también representa una oportunidad para el desarrollo económico y la creación de empleos.
Los costos de los paneles solares han disminuido significativamente en los últimos años, mientras que la eficiencia de estos sistemas ha aumentado. Esto ha hecho que las soluciones de energía renovable sean más accesibles para una amplia gama de consumidores, desde grandes empresas hasta hogares de bajos ingresos.
Varios factores están contribuyendo al auge de las energías renovables en Latinoamérica. En primer lugar, los altos precios de la energía eléctrica han llevado a consumidores y empresas a buscar alternativas más económicas y sostenibles. En segundo lugar, los avances tecnológicos han hecho que las soluciones de energía renovable sean más eficientes y accesibles. Finalmente, las políticas gubernamentales están evolucionando para apoyar la transición hacia una matriz energética más limpia y diversificada.
Además, la creciente conciencia sobre los impactos del cambio climático ha llevado a gobiernos y empresas a priorizar la sostenibilidad en sus agendas.
La región, que alberga algunos de los ecosistemas más biodiversos del planeta, es particularmente vulnerable a los efectos del calentamiento global, lo que ha impulsado la adopción de medidas más ambiciosas en materia de energía renovable.
A pesar de los avances, Latinoamérica enfrenta varios desafíos en su camino hacia una transición energética completa. Uno de los principales obstáculos es la falta de infraestructura adecuada en muchos países. Para integrar eficientemente las fuentes de energía renovable, es necesario modernizar las redes eléctricas y desarrollar sistemas de almacenamiento de energía que permitan gestionar la intermitencia de fuentes como la solar y la eólica.
Otro desafío importante es garantizar que los beneficios de la transición energética lleguen a todas las comunidades, especialmente a aquellas que aún no tienen acceso a servicios energéticos básicos. Esto requiere no solo inversión en infraestructura, sino también políticas inclusivas que prioricen el acceso universal a la energía.
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