Cumbre de los Océanos: Abinader exige reconocer el sargazo como emergencia regional

Bajo el sol mediterráneo de la Costa Azul, líderes globales, científicos y activistas se reúnen esta semana en la Tercera Cumbre de los Océanos de la ONU (UNOC3), un evento crucial para definir el futuro de los ecosistemas marinos, amenazados por el cambio climático, la sobreexplotación y fenómenos emergentes como el sargazo. Desde este 9 hasta el 13 de junio, Niza se convierte en el epicentro de un debate que busca traducir las promesas ambientales en acciones concretas. Entre los múltiples retos ambientales discutidos en la cumbre, la explosión desmedida de sargazo ha emergido como uno de los temas más apremiantes.

Esta plaga marina, que azota con especial crudeza las costas caribeñas, ha escalado de ser un incidente esporádico a convertirse en un problema crónico con consecuencias devastadoras para la región.

Un escenario crítico para los océanos

Esta cumbre, heredera de las ediciones de Nueva York (2017) y Lisboa (2022), llega en un momento de alerta máxima. Los océanos, responsables de regular el clima y sostener la biodiversidad, enfrentan una degradación acelerada.

Según datos de la ONU, más del 30 % de las especies marinas están en riesgo debido a la acidificación de las aguas, mientras que la pesca ilegal y los derrames de hidrocarburos agravan el panorama.

A la cita asisten 56 jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos el anfitrión Emmanuel Macron, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva —símbolo de la lucha climática en Latinoamérica— y los mandatarios Luis Abinader (República Dominicana), Pedro Sánchez (España) y Rodrigo Chaves (Costa Rica), este último como coorganizador. Su presencia refleja la urgencia de coordinar políticas multilaterales, aunque también expone las asimetrías entre naciones industrializadas y aquellas más vulnerables a los desastres ecológicos.

El sargazo: de anomalía a emergencia regional

Uno de los temas que ha irrumpido con fuerza en la agenda es la proliferación del sargazo, una macroalga cuyo crecimiento descontrolado afecta gravemente al Caribe. Durante su intervención, el presidente dominicano Luis Abinader exigió que este fenómeno sea reconocido como una «emergencia regional», advirtiendo que ya no es una rareza biológica, sino una crisis con impactos económicos, ambientales y sociales.

«El sargazo ha dejado de ser una anomalía para convertirse en una amenaza sistémica», afirmó Abinader, detallando que las toneladas de esta alga oscilan entre 0,62 y 0,93 millones anuales, con proyecciones que superarían el millón en escenarios extremos.

Para el Caribe, donde el turismo y la pesca son pilares económicos, las consecuencias son devastadoras: playas inhabitables, pérdida de biodiversidad y costos millonarios en limpieza.

Ante esto, República Dominicana ha impulsado programas de monitoreo y resiliencia costera, pero Abinader fue claro: «La respuesta no puede ser unilateral». Reclamó a la ONU un plan global coordinado y destacó la necesidad de «justicia oceánica», un concepto que engloba el acceso equitativo a tecnología y financiamiento para países en desarrollo. «No son favores, son derechos», subrayó.

Propuestas y desafíos multilaterales

Más allá del sargazo, la cumbre busca impulsar acuerdos vinculantes en cuatro ejes clave:

1. Reducción de la contaminación marina: Incluyendo plásticos y químicos, responsables del 80 % de los daños a los ecosistemas.

2. Regulación de la pesca industrial: Con medidas contra la sobreexplotación y prácticas destructivas.

3. Protección de áreas marinas: Solo el 7 % de los océanos está bajo figuras de conservación efectiva.

4. Mitigación del cambio climático: Los océanos absorben el 30 % del CO₂, pero su capacidad está al límite.

En este contexto, Abinader propuso convertir a su país en un «hub logístico regional», aprovechando su posición geográfica para proyectos de sostenibilidad. Sin embargo, el gran interrogante es si las potencias —principales contaminantes— asumirán compromisos reales.

La sombra de los incumplimientos

Pese al tono urgente, persisten escepticismos. Las cumbres anteriores dejaron declaraciones grandilocuentes pero pocos avances tangibles. Por ejemplo, el Acuerdo de París (2015) no mencionó explícitamente a los océanos, y metas como proteger el 30 % de los mares para 2030 siguen lejanas.

Además, hay tensiones geopolíticas: mientras la UE promete reducir emisiones, naciones como China y EE.UU. mantienen flotas pesqueras depredadoras. A esto se suma la crisis energética, que ha reactivado proyectos de extracción offshore en el Atlántico y el Ártico.

¿Hacia dónde va la diplomacia oceánica?

El éxito de esta cumbre se medirá por su capacidad para generar mecanismos de fiscalización y financiamiento. Algunas voces proponen impuestos a la industria petrolera o fondos verdes con participación privada, pero sin consenso.

Mientras, fenómenos como el sargazo —vinculado al calentamiento y los fertilizantes agrícolas— revelan que la solución no es solo limpiar playas, sino atacar las causas estructurales. Para Abinader y otros líderes del Sur Global, el mensaje es claro: sin equidad, no hay sostenibilidad posible.

Al cierre del evento, la ONU presentará un «Compromiso de Niza», pero su impacto dependerá de que los discursos se traduzcan en leyes y presupuestos. El océano no puede esperar: cada año que pasa, su deterioro se acerca a un punto de no retorno.

Te puede interesar: RD: El camino hacia la energía nuclear y sus implicaciones estratégicas

Suscríbete a la revista y regístrate a nuestros newsletters para recibir el mejor contenido en tu buzón de entrada.