América Latina y el Caribe están en el centro del debate global sobre cambio climático y biodiversidad. A medida que la Conferencia de las Partes (COP29) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) se acerca ( se celebra en Bakú del 11 al 22 de noviembre), el presidente designado, Mukhtar Babayev, subraya la importancia de esta región como un actor clave en la lucha contra los efectos devastadores del cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Los recientes desastres naturales, como incendios forestales y eventos climáticos extremos, evidencian la vulnerabilidad de estos territorios y destacan la urgencia de su participación activa y de la comunidad internacional en los esfuerzos de conservación y resiliencia ambiental.
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América Latina y el Caribe han demostrado una gran fragilidad ante el cambio climático debido a su extensa biodiversidad y a sus ecosistemas únicos, como las selvas tropicales del Amazonas y los arrecifes de coral del Caribe. Estos ecosistemas no solo son vitales para la biodiversidad global, sino que también juegan un rol crucial en la regulación climática y en la absorción de gases de efecto invernadero. Sin embargo, están en constante amenaza debido a la deforestación, la contaminación, y los efectos del cambio climático, que agravan la frecuencia e intensidad de incendios forestales y fenómenos naturales.
En el contexto de la COP29, Babayev ha anunciado reuniones con varios países de América Latina y un acto paralelo con los miembros de la Iniciativa del Trío de Río. Esta asociación reúne a los gobiernos de Azerbaiyán, Colombia y Arabia Saudí, que este año presiden, respectivamente, las cumbres de cambio climático, biodiversidad y desertificación. La Iniciativa del Trío de Río busca fortalecer la colaboración entre estos países para abordar las interconexiones entre la desertificación, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, reconociendo que estos problemas están profundamente relacionados y requieren una respuesta integral.
La iniciativa se enfoca en la necesidad de proteger ecosistemas vitales y combatir la desertificación, especialmente en zonas áridas y semiáridas, que representan casi el 40 % de la superficie de América Latina. Además, apunta a la protección de áreas de gran importancia ecológica como la Amazonía y los humedales costeros, que no solo son reservas de biodiversidad sino que también cumplen un rol crucial en la mitigación del cambio climático.
La COP29 también subraya la necesidad de salvaguardar ecosistemas clave como las selvas tropicales y los arrecifes de coral, ambos ubicados principalmente en América Latina y el Caribe. Las selvas tropicales, como la Amazonía, absorben una cantidad significativa de dióxido de carbono y ayudan a estabilizar el clima global, mientras que los arrecifes de coral actúan como barreras naturales contra tormentas y son el hogar de una gran cantidad de especies marinas.
No obstante, estos ecosistemas enfrentan serias amenazas. La deforestación y la expansión agrícola destruyen cada año millones de hectáreas de selva, y el aumento de las temperaturas y la acidificación de los océanos están causando un blanqueamiento masivo de los arrecifes de coral. La protección de estos ecosistemas es esencial no solo para combatir el cambio climático, sino también para asegurar la biodiversidad y la seguridad alimentaria de las comunidades locales.
La COP16 en Colombia y la COP29 en Azerbaiyán representan oportunidades para avanzar hacia una visión integrada de la biodiversidad y la resiliencia climática. En un contexto global cada vez más afectado por crisis ambientales, es fundamental que la biodiversidad se considere una pieza clave en la construcción de comunidades y economías resilientes.
Integrar la conservación de la biodiversidad en la planificación climática puede ayudar a fortalecer los ecosistemas frente a los efectos del cambio climático y garantizar un futuro más sostenible para las generaciones futuras.
Además, la integración de la biodiversidad y el cambio climático en una sola estrategia permite optimizar los recursos y maximizar los beneficios, tanto para el medio ambiente como para las comunidades humanas. América Latina, con su rica biodiversidad y ecosistemas variados, tiene una oportunidad única para liderar este enfoque y convertirse en un modelo de sostenibilidad y resiliencia.
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