Los ecosistemas del planeta enfrentan una crisis sin precedentes. Desde densos bosques hasta vastas tierras áridas, pasando por fértiles tierras agrícolas y cristalinos lagos, los espacios naturales de los cuales depende la existencia humana están en peligro de alcanzar un punto irreversible de degradación.
La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CLD) revela que hasta el 40 % de las zonas terrestres del mundo están ya degradadas, afectando directamente a la mitad de la población mundial. Además, el incremento del 29 % en la frecuencia y duración de los períodos de sequía desde el año 2000 subraya la urgencia de tomar medidas.
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De no actuar de inmediato, para 2050, más de tres cuartas partes de la población global podrían verse afectadas por sequías.
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Las Naciones Unidas designaron el 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente para poner de relieve que la protección y la salud del medio ambiente es una cuestión importante, que afecta al bienestar de los pueblos y al desarrollo económico en todo el mundo.
Este panorama ha impulsado que el Día Mundial del Medio Ambiente 2024 enfoque sus esfuerzos en la restauración de tierras, la lucha contra la desertificación y el fortalecimiento de la resiliencia ante la sequía, bajo el lema «Nuestras tierras. Nuestro futuro. Somos la #GeneraciónRestauración».
Esta iniciativa no solo reconoce la imposibilidad de revertir el tiempo, sino que también destaca la capacidad de la humanidad para regenerar bosques, revitalizar fuentes de agua y restaurar suelos degradados. La restauración del suelo es un componente esencial del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030), una iniciativa global que busca proteger y revitalizar los ecosistemas como un pilar para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
El año 2024 marca también el 30º aniversario de la CLD, y en conmemoración, se celebrará el decimosexto período de sesiones de la Conferencia de las Partes (COP 16) en la capital saudí, Riad, del 2 al 13 de diciembre. Este evento será una oportunidad crucial para discutir y planificar acciones concretas en la lucha contra la desertificación y la degradación de tierras a nivel mundial.
Establecido en 1972 por la Asamblea General de las Naciones Unidas y dirigido por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el Día Mundial del Medio Ambiente se ha convertido en una de las plataformas más influyentes para la sensibilización y acción ambiental global. Cada año, un país diferente auspicia el evento, y en 2024, Arabia Saudita tendrá el honor de organizarlo.
Durante los últimos 50 años, esta celebración ha crecido exponencialmente, movilizando a decenas de millones de personas en todo el mundo a participar tanto virtual como presencialmente en actividades y eventos destinados a promover la protección ambiental. Sin embargo, la necesidad de participación nunca ha sido más urgente que ahora.
La situación es crítica: la naturaleza está en emergencia y el reloj sigue corriendo. Para limitar el calentamiento global a menos de 1,5 °C este siglo, es imperativo reducir a la mitad las emisiones anuales de gases de efecto invernadero para 2030.
Si no se toman medidas inmediatas, la exposición a aire contaminado podría aumentar en un 50 % en esta década, y los desechos plásticos en los ecosistemas acuáticos podrían triplicarse para 2040.
Las consecuencias de la inacción serían devastadoras y multifacéticas. Además del aumento de la contaminación y la proliferación de residuos plásticos, enfrentaríamos un deterioro aún mayor de nuestros recursos naturales, lo que a su vez exacerbaría los problemas de seguridad alimentaria, salud pública y estabilidad económica a nivel global.
La restauración de los ecosistemas no solo es una tarea monumental sino también una oportunidad única para reconectar con la naturaleza y reimaginar nuestro futuro.
El enfoque en «Una sola Tierra», que promueve una vida sostenible en armonía con la naturaleza, es más pertinente que nunca. Necesitamos una acción colectiva, desde políticas gubernamentales hasta esfuerzos individuales, para enfrentar estos desafíos.
La restauración de los ecosistemas debe ser vista como una inversión esencial para el bienestar presente y futuro de la humanidad.
Cada acción cuenta, y cada esfuerzo para restaurar y proteger nuestro planeta contribuirá a un futuro más sostenible y resiliente para todos. Somos la generación que puede y debe hacer la paz con nuestras tierras.
Ahora es el momento de actuar y asegurar que las futuras generaciones hereden un planeta saludable y próspero.
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