Predisposición, el escáner de nuestras emociones
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Predisposición, el escáner de nuestras emociones

Por Gabriel Rico Albarrán | octubre 6, 2022

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El ser humano tiene la capacidad de adaptarse a los cambios y afrontar las distintas situaciones que se les presentan como una forma de supervivencia. Ante estos sucesos, se da un fenómeno que permite marcar la diferencia conforme a la manera de accionar frente a un hecho y este es la predisposición, que no es más que una elección o actitud mental previa que se ejecuta en torno a un determinado propósito. En este caso, la persona es capaz de decidir deliberadamente cómo enfrentar una circunstancia dependiendo del matiz que esta tenga, por ejemplo, si es un acontencimiento que afecta negativamente sus intereses, pues puede que no se comporte de una manera optimista.

Ahora bien, su respuesta estará directamente relacionada con la personalidad que tenga ese individuo, ya que si es alguien que siempre se muestra positivo y seguro de sí mismo, quizá no lo tome a mal. Por lo tanto, la gente que se muestra siempre predispuesta es la que tiene una actitud asertiva, se siente agradecida con lo que ostenta, es bondadosa en sus relaciones personales y, en todo momento, es empática, por lo que no duda en brindar su ayuda a quienes lo necesitan.

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En cambio, no podemos olvidarnos del lado opuesto, debido a que hay personas que poseen una arraigada predisposición hacia lo negativo y el fracaso. De acuerdo con investigaciones, se estima que el ser humano tiene un cerebro que mayormente piensa en lo malo porque, entre otras cosas, los estímulos negativos basan su capacidad en activar más la actividad neuronal que los positivos.

En ese mismo tenor, debemos resaltar su conexión innata con la felicidad y el éxito. Como reza la frase de Ortega y Gasset: “el hombre y sus circunstancias”, cómo nos percibamos ante el mundo así actuaremos, por eso es que lo que frecuentemente pensamos es lo que más atraemos a nuestras vidas. El poder del pensamiento influye en primera mano con nuestro accionar y eso nos define.

De modo que, para recibir alegrías, se debe estar predispuesto para que esto suceda. No obstante, si la mente se dirige a un camino contrario el resultado será el limitarse a alcanzar el éxito. Extrapolemos este tópico a un escenario de la vida real.

predisposición

Imagínemos a un empleado nuevo de una empresa que recién inicia su jornada laboral y desde ya se encuentra mal presdispuesto a aprender una nueva función que es fundamental para el cumplimiento de los objetivos de esa compañía, obviamente, que su actitud no dará una buena impresión de él como profesional y eso repercutirá negativamente en su estancia en el trabajo.

Consecuentemente, la predisposición se víncula intrísecamente con las emociones, ya que funcionan como un portal para dejarlas aflorar. Estas las podemos definir como una variedad de estados que están sujetos a los estímulos del entorno que nos rodea. Es decir, estas predicen nuestro comportamiento.

La emoción comprende un concepto multidimensional que integra tres fases: reacción física (taquicardía, palpitación y fisiológica); reacción conductual o expresiva (rostro) y componente subjetivo o cognitivo (sentimiento). Cuando estamos frente a un evento ponemos en práctica la habilidad de demostrar cómo nos sentimos emocionalmente y eso nos permite tomar decisiones que, a su vez, tratamos de justificar desde el plano racional.

Estas reacciones subjetivas implican una serie de cogniciones, actitudes y creencias acerca del mundo, que se usan para evaluar un hecho preciso y, por tanto, impacta en el modo en el que se visualiza dicha situación.

Es importante enfatizar que, en épocas atrás, las emociones no eran valorizadas porque siempre se le ha dado más prioridad a la parte racional del ser humano. Empero, al ser estados afectivos, denotan estados internos personales, motivaciones, deseos, necesidades e inclusive propósitos. Sin embargo, no es fácil saber a ciencia cierta cuál será el comportamiento, tras experimentar la emoción, aunque nos puede ayudar a presentirla.

Las emociones como reacciones subjetivas implican una serie de cogniciones, actitudes y creencias acerca del mundo, que se usan para evaluar el impacto de un hecho preciso.

Si destacamos la diferencia entre el miedo y la ansiedad, se puede decir que, el primero, hace referencia a una emoción de desagrado que ocurre frente a un peligro inminente y nos acorrala, en tanto que, el segundo término, es más relacionado con una preocupación por la posible ocurrencia de un evento que puede ser real o imaginario. En ambos casos, estos sentimientos nos conducen al futuro y una manera inteligente de gestionarlos es proyectando esas probables escenas en el presente.

De ahí subyace lo que es la inteligencia emocional que se conceptualiza como la destreza de interactuar con todo lo que nos rodea de una forma receptiva y adecuada. Algunos rasgos propios de una persona que posee esta capacidad es que ostenta un grado elevado de autoestima, es positiva, empática, sabe expresar sus sentimientos, supera con facilidad las adversidades, entre otros.

Según, Ignacio Morgado Bernal, catedrático emérito de Psicobiología del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona, las personas heredan una predisposición biológica para adquirir las emociones con mayor o menor facilidad y, ante todo, para manifestarlas con una fortaleza distinta en cada persona. “La reactividad emocional, la fuerza de expresión de los sentimientos, podría estar condicionada por causas o factores epigenéticos. Ejemplo de esto, es que se ha evidenciado que existen otros factores biológicos que pueden sumarse, como en el caso de los hombres, donde la presencia en su sangre y su cerebro de la hormona testosterona puede actuar sinérgicamente con la reactividad emocional heredada”, sostuvo Morgado Bernal.

Resulta fundamental en este tema, mencionar los componentes conductuales, que son la manera en que las emociones se plasman externamente.

En cierto grado, suelen ser controlables, fundamentados en el aprendizaje familiar y cultural de cada grupo. A continuación, les compartimos los siguientes:

  • Expresiones faciales
  • Acciones y gestos
  • Distancia entre personas
  • Componentes no lingüísticos de la expresión verbal (comunicación no verbal).

En definitiva, estas capacidades las adquirimos inconscientemente desde el momento en que venimos al mundo porque desde niños nos han enseñado a comportarnos, a través de unos lineamientos establecidos culturalmente por la sociedad.

Por Milagros Infante; artículo retomado de la revista MediHealth septiembre-octubre 2022

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