¿Es posible ser feliz y estar deprimido? Una frase que encajaría a la perfección para dar respuesta a esta pregunta, sería: “Caras vemos… depresiones no sabemos”. Y es que, la depresión puede estar disfrazada de felicidad y llevar a sus espaldas pensamientos suicidas.
El término “depresión sonriente” se asocia al trastorno mental en el que una persona aparenta ser feliz frente a los demás mientras a lo interno sufre síntomas depresivos.
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Clínicamente, esta enfermedad es denominada depresión atípica y aunque tiene síntomas específicos, muchas veces es difícil identificar a quien puede estar padeciéndola, debido a las demostraciones constantes de una falsa felicidad que busca esconder el bajo estado de ánimo y los sentimientos de tristeza.
La historia enmascarada de las personas depresivas, suelen ser más creíbles para su entorno por, aparentemente, no tener motivos que puedan generarles inestabilidad mental: tienen buen trabajo, casa, amigos e incluso pareja e hijos.
El término fue empleado por primera vez en 1959 por los psiquiatras William Sargent, Eric Douglas West y P.J. Rally. Los especialistas buscaban poner nombre al subtipo de enfermedad que padecía un determinado grupo de pacientes diagnosticados de depresión que no respondía a los antidepresivos tradicionales.
Al analizar qué particularidades existían en el trastorno depresivo de los pacientes, concluyeron que presentaban características atípicas, es decir, peculiaridades diferentes a las que todo el mundo asocia con la depresión típica.
Las personas con este tipo de depresión no demuestran una tristeza constante ni se ven apagadas en su día a día, y en la mayoría de los casos responden a estímulos positivos. Si pasa algo bueno en su entorno, es muy probable que manifiesten alegría. Asimismo, son muy sensibles al rechazo y a las críticas, lo que con el tiempo puede llegar a afectar sus relaciones sociales y laborales.
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De acuerdo con trabajos publicados por Clínica Mayo, es posible que los pacientes con depresión atípica “tengan dificultades para realizar actividades cotidianas y que, a veces, sientan que no vale la pena vivir”.
Sobre el tema, Olivia Remes, experta en salud mental de la Universidad de Cambridge, recopiló información importante en su artículo llamado “Depresión sonriente: los peligros de estar bajo mínimos y parecer feliz”.
Según la especialista, una gran parte de las personas que experimentan un estado de ánimo bajo y una pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban, logran esconderlo de esta forma; lo que puede hacerlas especialmente vulnerables al suicidio.
La depresión sonriente o atípica puede ser confundida con otros problemas, como el simple cansancio, el estrés o incluso las enfermedades metabólicas. Así, en muchos casos, esta condición queda camuflada, dificultando el diagnóstico.
El paciente es capaz de experimentar reacciones positivas, lo que hace más complicado el diagnóstico
Generalmente, el paciente suele creer que sus dolencias son resultado del agotamiento laboral, del cansancio acumulado o debido a mala alimentación o falta de ejercicio. Según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (MDE), editado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), la depresión con características atípicas es definida como un especificador de los trastornos depresivos, que presenta reactividad del estado de ánimo que mejora ante sucesos positivos reales o potenciales, por ejemplo, ser reconocido su trabajo por otra persona. Incluso, el estado de ánimo se puede tornar normal si persisten las condiciones favorables.
Además, suelen experimentar notable aumento de peso o apetito e hipersomnia, que se observa como sueño nocturno prolongado o siestas diurnas que suman en total más de diez horas de sueño al día.
Otros de los síntomas comunes en los pacientes son la parálisis plúmbea que se percibe como una sensación “de lastre” en piernas y brazos durante al menos una hora al día, aunque pueden ser más. También presentan un patrón prolongado de sensibilidad al rechazo interpersonal que tiene un inicio temprano y se prolonga hasta la edad adulta. Se observa en todo momento (esté o no deprimida la persona) aunque puede empeorar durante los periodos depresivos.
En general, las personas que sufren depresión sonriente pueden experimentar algunos o todos los aspectos anteriores, pero en público, estos síntomas estarían todos, casi o completamente ausentes.
Algunas investigaciones indican que las personas con mayor depresión tienen más probabilidad de experimentar: artritis, afecciones autoinmunes, cáncer, enfermedades cardíacas y diabetes tipo 2.
Si bien, el término “depresión sonriente” no se reconoce como una condición en el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, probablemente se diagnosticará como un trastorno depresivo mayor con características atípicas.
Generalmente los pacientes depresivos suelen estar estigmatizados por la sociedad, llevando consigo una doble carga a sus espaldas que dificulta aún más su diagnóstico y, por ende, su tratamiento.
Científicamente, no se conoce la causa exacta de la depresión. Sin embargo, muchos expertos consideran que varios factores juegan un papel fundamental en su desarrollo.
En el caso específico de la depresión atípica, existen factores personales que pueden llevar al inicio de la enfermedad.
Como ya se mencionaba, debido a los estigmas sociales y personales, muchas personas consideran que la depresión es algo que se elige tener o no. Esto puede provocar en quien la sufre vergüenza y miedo a que los demás opinen que él/ella es débil o con poco carácter.
Una excesiva responsabilidad o autoexigencia pueden conducir a este tipo de depresión
Otro de los factores desencadenantes pudiera ser el grado de responsabilidad que una persona es capaz de asumir. Sentir que el bienestar de otros depende de uno puede provocar este trastorno. De tal manera que, padres que no quieren preocupar a sus hijos, o hijos que temen decepcionar a sus padres, por ejemplo, son colectivos vulnerables.
A esto se suma un alto grado de autoexigencia. Muy relacionado con el anterior, donde las personas que no se permiten ningún momento de debilidad o flaqueza, o a las que le abruma errar en algún aspecto de su vida, podrían terminar desarrollando una depresión en cualquiera de sus tipos.
También, la depresión puede ser hereditaria. Tener un familiar cercano con la afección puede aumentar el riesgo de una persona de desarrollarla.
Algunos textos indican que los cambios físicos o los desequilibrios químicos en el cerebro pueden contribuir al desarrollo de la depresión, así como los cambios hormonales o desequilibrios en el cuerpo. Un ejemplo de ello sería lo que suelen experimentar algunas mujeres después de dar a luz, la llamada “depresión posparto”.
Asimismo, los períodos de alta tensión, eventos traumáticos o cambios importantes en la vida pueden desencadenar un episodio de depresión en algunas personas. Existen características de la personalidad, como tener baja autoestima o ser pesimista, por ejemplo, que también puede aumentar el riesgo de padecer la enfermedad.
(DR)
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