Rafael de los Santos (Poteleche), es reconocido por su talento y creatividad. Sus murales brillan por la ciudad, sus caricaturas se han hecho sumamente populares tanto en las redes sociales como en los medios tradicionales, no solo por su estilo de dibujo, sino por su contenido, un humor genial e inteligente.
Lo interesante de este joven influencer es que no se detiene, y ahora cuenta con nuevos proyectos profesionales. En conversación con revista Mercado, Poteleche nos habla sobre su origen, el concepto que tiene de Economía Naranja y sus nuevos proyectos.
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El caricaturista revela que se encuentra creando piezas de artes digitales en formato NFT dentro del blockchain de la criptomoneda Ethereum, el cual está experimentando un repunte en la actualidad.
Ethereum es una plataforma open source, que sirve para programar contratos inteligentes. La plataforma es descentralizada a diferencia de otras cadenas de bloques. Es programable, lo que significa que los desarrolladores pueden usarlo para crear nuevos tipos de aplicaciones descentralizadas.
En su agencia Modafoca, Poteleche trabaja en un documental, al tiempo que busca relanzar su negocio como marca.
A propósito de este acercamiento que hicimos con Rafael de los Santos, recordamos una conversación anterior que tuvo con revista Mercado sobre el origen de su carrera:
Realmente, el gusto por el arte, en especial los dibujos, fue algo totalmente natural. La verdad no podría nombrar a alguien en particular que haya influido. Creo que soy uno de esos casos en los que hay un interés natural que nació conmigo, porque ni siquiera mis padres tienen nada de artistas, salvo que les encanta la música y bailan y cantan espontáneamente todo el tiempo.
Crecí en la época en la cual el periódico publicaba tiras cómicas, de niño los veía por lo tanto tengo esa referencia. A su vez, cuando era un adolescente mi mamá me regaló un compendio de Mafalda muy grande, conecté de inmediato con su personaje y a medida que iba creciendo, poco a poco comprendía los conceptos potentes que esa caricatura transmitía.
Siempre he sido admirador del graffiti y del arte en general, luego de entender toda la corriente del arte urbano y todo el trabajo de diferentes tipos que ha estado saliendo, no pude resistirme a empezar a intentarlo desde el 2009 con algunos amigos que ya salían a pintar.
Me interesó esta disciplina por lo que conlleva pintar en aerosol, en un espacio grande, algo totalmente distinto al arte de papel.
El arte del mural es algo mucho más antiguo que el grafitti y tiene un propósito más de estético y/o narrativo, mientras que el graffiti conlleva un objetivo más territorial, de marcar “tu firma”. Sin embargo, lo que yo hago lo llamaría arte urbano (“street art”) que es más ámplio a través de los recursos. Además, particularmente me gusta pedir permiso antes de pintar en un sitio, así sé que podré trabajar tranquilamente.
En mi caso no podría decir que exista un único proceso. Hay paredes que las pienso por días y trabajo muchísimos bocetos, mientras que hay otras donde uno decide lo que va a pintar ahí frente a la pared. Todo depende del contexto, pero si es un muro que lo permite, mi proceso preferido es trabajar primero la idea en la libreta, regularmente solo a lápiz, y ya luego ir a la pared.
En este momento estoy disfrutando mucho las viñetas diarias que realizo en el periódico. Esto ha sido un reto totalmente nuevo para mí y realmente me gusta mucho. También me atraen las caricaturas, el humor, los colores brillantes. En general, trato de crear temáticas positivas y que saquen una sonrisa. Es muy importante para mí que lo que transmita sea algo que la gente entienda y conecte; supongo que es una maña de trabajar publicidad tanto tiempo, pero regularmente las cosas que hago son fácilmente decodificables.
Hay muchísimos, no podría decir cuántos son y enumerarlos a todos, aunque pueden ser cerca de 30, porque también existen murales pintados con mi grupo de amigos. Nosotros, pintamos por simple placer, disfrutamos mucho hacer estas piezas, llegar a un lugar que aparentemente no tiene ningún valor y volverlo algo lindo, disfrutamos también el mismo proceso de competencia sana que se da entre nosotros, y obviamente también es satisfactorio ver la reacción de la gente.
Lo importante es resaltar que nosotros respetamos el espacio de otros compañeros de arte urbano.
Yo vengo de una familia que tiene mucho sentido del humor, la risa es parte de nuestro ambiente y siempre nos hemos hecho reír unos a otros. No sabría decir cuál es la caricatura que más ha gustado, pero hay una en la que dos personas están en una mesa mirando al celular, mientras el camarero les pregunta que si prefieren pedir por whatsapp. Este dibujo lo he visto publicado en un montón de lugares diferentes, así que debe ser uno de los más populares.
Pues gracias a Dios nunca he sentido que me censuren. Si bien he discutido sobre cómo decir algo cuando son trabajos comerciales, pero en los dibujos que subo a mi Instagram no he encontrado ningún problema. Quizás algunos dibujos han causado una mini controversia que se desata en los mismos comentarios, pero nada a gran escala. No soy tan ácido al parecer como para causar algún revuelo.
Así es, ese es el reto más grande que me ha tocado en este último tiempo. Yo intento realizar una caricatura proyectando lo que pueda suceder. Eso es una adrenalina que disfruto. La gente espera el ángulo que representaré en mis dibujos sobre un tema en particular.
Todo sucedió en el año 2001. El apodo apareció por primera vez en una agencia de publicidad donde trabajé como redactor creativo.
Ahí presenté un currículum, que por ninguna razón especial, simplemente tomé la imagen de un cartón de leche y me dio la idea de escanearla y hacer como si fuese una marca que tiene mi nombre y los “nutrition facts” era parte del curriculum.
Conseguí el trabajo y cuando entré ya tenía el apodo y el dueño siempre se refería a mi como “el poteleche”. En esa misma agencia conocí a Eduardo Bergés quien en ese momento hacía prácticamente todos los eventos de música electrónica en el país, y comencé a hacerle todos los flyers, fue como mi primer cliente independiente, él me convenció de firmar los flyers con algo para que la gente sepa quién los hace, y como chiste interno decidí firmar con un cartoncito de leche. De ahí en adelante cada vez que tenía que poner un nombre “artístico” para algo, lo seguí usando hasta el punto que ya se convirtió en marca.
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