Tras casi dos años volando en bolsa, Nvidia sufrió un sonoro tropiezo. En sólo una jornada, la compañía dirigida por Jensen Huang perdió alrededor de US$212 mil millones en valor de mercado. Es un 10 %.
El golpe situó a la empresa por debajo de los US$2 billones por primera vez desde el 29 de febrero.
¿Cómo es posible que la compañía de moda, la que creció un 236 % en 2023 y que acumula un avance del 62 % en lo que va de 2024, se estrellase de esa forma? Hay diversas explicaciones.
La primera hace referencia a su sector. Nvidia no fue un caso aislado. Las principales tecnológicas mundiales, denominadas «Magnificent Seven», acumularon caídas por valor de US$950 mil millones en una semana, con Tesla, Apple o Microsoft también afectadas de forma relevante.
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El motivo principal es que la inestabilidad sigue dominando el mercado de chips semiconductores, un sector clave para el desarrollo de GPU o herramientas de IA, y por supuesto, para Nvidia.
De esta forma, la empresa estadounidense sufrió su mayor caída desde septiembre de 2022. Su valor de mercado se sitúa ahora en los US$1.968 billones, según Companies Market Cap.
Además, si abrimos un poco la perspectiva, Nvidia se enfrenta a un escenario a medio plazo en el que las principales economías y empresas del sector tecnológico trabajan para reducir su relación de dependencia de sus producciones. Un ejemplo concreto es OpenAI.
Hace tres meses, su líder, Sam Altman, impulsó varias negociaciones con un objetivo: generar una estructura que le permita fabricar sus propios chips, controlando así su cadena de suministros. Y de paso, dejando de depender de Nvidia.
Altman trazó una estrategia con dos patas, desvelada por Financial Times. Por un lado, se reunió con potenciales inversores del Golfo Pérsico, como Tahnoon bin Zayed al-Nahyan, uno de los hombres más ricos del planeta (su fortuna personal se calcula en US$10,000 millones). El objetivo de esta ronda era captar capital.
Por otro lado, Altman contactó con TSMC para generar un joint venture desde el que impulsar una red de fábricas para producir sus chips.
El plan permitiría a OpenAI y Microsoft seguir evolucionando ChatGPT y otras herramientas sin preocuparse en exceso del suministro de semiconductores.
El de Altman y Microsoft, o el de Mark Zuckerberg con sus visitas a Asia, son sólo dos ejemplos de una tendencia, la de tratar de controlar la cadena de suministros de chips, a la que también se suman las principales economías mundiales.
Estados Unidos es el claro ejemplo, con inversiones en Intel (US$19,500 millones entre ayudas directas y financiación) y TSMC (US$6.6 mil millones). China y Japón también están tejiendo alianzas y redes de producción para hacerse fuertes en el sector.
Así, la competencia crece para Nvidia, que comienza a recibir malas noticias desde los mercados de valores.
Para profundizar: Todos contra Nvidia. Intel lanza su último chip y Google busca independencia de ambas
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