El ser humano tiene un permanente sentido de inquietud que se ha traducido, históricamente, en un irrefrenable espíritu explorador y, con el mundo ya globalizado, en bulimia prospectiva. Nuestro insaciable apetito por las materias primas ha provocado que pongamos los ojos en fronteras antes no contempladas. Entre las múltiples consecuencias de este ansia, y con la colaboración del calentamiento global, el Ártico, el ultimo horizonte prístino que nos quedaba, se ve acechado por las ambiciones de grandes potencias. Por ejemplo las de Rusia, que con una flotilla recién estrenada de rompehielos nucleares, se prepara para darle la primera gran dentellada. Indudablemente seguirán EEUU y China. No contentos con ello, la globalización nos empuja a mirar hacia arriba, para ver de dónde podemos extraer más. Puestos a pedir…, ¡hemos pedido la Luna!
Los objetivos a largo plazo de la exploración y prospección, supuestamente sostenible, de nuestro satélite natural están ya marcados en una hoja de ruta: crear una base permanente lunar una con el fin de explotar sus recursos naturales. El agua y oxígeno extraídos de las rocas servirán para producir combustible para cohetes y poder establecer una base tripulada. Los metales preciosos, rocas y tierras raras se usarán para fabricar materiales de construcción, herramientas in-situ y alimentar la industria tecnológica. Todo, sin desdeñar el Helio-3, el combustible ideal para la generación de energía de fusión (escaso en la Tierra).
El plan de negocios parece perfecto. Están claras las prioridades y de dónde sacar los insumos necesarios. Ahora hay que ver quién llega antes y pone, no ya su bandera, sino su primera planta procesadora.
Agencias espaciales nacionales y empresas de capital privado aspiran ser las primeras. La NASA de EEUU, por supuesto, está en la ‘pole position’ con la misión Artemis 1 ya en ristre. Le siguen todos los demás; la UAESA de Emiratos Árabes Unidos, la Jaxa de Japón, la ISRO de la Indias, la Roscomos de Rusia, la TUA de Turquía, y la ESA de la Unión Europea se dan de codazos entre ellas -aunque también cabe espacio para la colaboración-.
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Todo, sin perder de vista las privadas, más pequeñas pero más agiles: Spacex, Blue Origin, Firefly Aerospace y otros recién llegados cuyos nombres ahora no nos son familiares pero que, a buen seguro, serán los grandes protagonistas del redescubrimiento lunar como Astrobotic Technologies, Intuitive Machines, iSpace, o Masten Space Systems.
Estos ‘newcomers’ harán posible la vida cotidiana comercial en la Luna aportando una variedad de soluciones prácticas y eficientes a todos los requerimientos de transporte, mensajería, excavación, construcción o mantenimiento propias de toda colonia humana, sea esta grávida o ingrávida.
Por ejemplo Astrobotic, empresa privada estadounidense, está desarrollando tecnología de robótica espacial para misiones lunares y planetarias. Fue fundada en 2007 por el profesor de Carnegie Mellon Red Whittaker, con el objetivo de ganar el Premio Google Lunar X.
Por otro lado, Intuitive, otra empresa privada estadounidense fundada en 2013, está completando un programa que proporcionará acceso a la superficie lunar, entrega de órbita lunar y comunicaciones a distancia lunar. «Como proveedor de productos y servicios espaciales, estamos permitiendo la exploración sostenible de la Luna, Marte y más allá», aseguran.
Igualmente, Masten está desarrollando una línea de despegue vertical, cohetes de aterrizaje vertical, para vuelos espaciales suborbitales de investigación.
Finalmente, iSpace, una compañía de exploración lunar, fundada en Japón en 2020, tiene la visión de extender la presencia humana al espacio mediante la exploración y desarrollo de los recursos hídricos “y encabezar una economía basada en el espacio”. La empresa está ya mapeando los recursos lunares para acelerar el ritmo del desarrollo espacial de sectores como la construcción, la energía, las comunicaciones, el transporte, la agricultura, la medicina y el turismo. Estiman que para 2040 la Luna mantendrá a una población de mil habitantes, con 10 mil personas que la visiten cada año.
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Reportaje publicado en la edición de octubre de la revista Mercado.
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