La definición de una segunda pandemia es más que conocido, y las mujeres son la población más vulnerable. Muchas de ellas al no contar con mecanismos que le lleven a tomar terapia profesional, terminan acuñando una práctica conocida como «terapia de Instagram» y está íntimamente ligado a la salud mental de las mujeres.
Recientemente, Reuters entrevistó a más de 20 mujeres en 2020 que usan Instagram para el cuidado de la salud mental. Así descubrieron que las mujeres recurren a la plataforma para compartir imágenes que contrarresten la falta de recursos disponibles. Instagram les permite abordar problemas relacionados con su identidad de género, conectarse con otras personas con experiencias similares y, en última instancia, sentirse menos solas.
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No le sorprenderá a nadie saber que las redes sociales despiertan una falsa sensación de intimidad y cercanía que es la responsable de que muchos crean poder diagnosticar la salud mental de quienes a ellas se exponen. Las redes hacen que muchos usuarios desarrollen relaciones parasociales con las personas públicas, aumentando de esta forma la sensación de (falsa) intimidad, algo que sumado a la salida del armario de la salud mental, ha provisto a muchos de etiquetas y diagnósticos que creen que al lanzarlos a desconocidos, les ayudan a sonar más adultos y cultos.
A pesar de que ha aumentado la conciencia sobre la salud mental, especialmente durante la pandemia, los estigmas, los prejuicios y las expectativas de género aún afectan el bienestar de las mujeres a un ritmo creciente.
Estos problemas se remontan al siglo XIX, cuando las mujeres fueron retratadas como histéricas o «locas», y sobrerrepresentadas entre los enfermos mentales, entreteniendo la idea de que la locura es inherente a la naturaleza de las mujeres. Desde entonces, la psicología tradicional también tiende a generalizar las vivencias de las mujeres, sin tener en cuenta que el género se vive de manera diferente según la raza, la identidad sexual y otros determinantes sociales. Hoy, a pesar de que años de investigación han desafiado la asociación entre las mujeres y la locura, las normas de género trastocan el bienestar de las mujeres y su acceso a una atención adecuada.
Esto es lo que detona la prevalencia de Instagram como una herramienta para abordar estas normas, así como para buscar validación y comunidad. Si bien la terapia de Instagram ha sido calificada de peligrosa, ellas afirman que les ayuda a progresar en su recuperación porque pueden acceder a información y hacer conexiones que de otra manera no serían posibles.
La youtuber e influencer Emma Chamberlain se hizo conocida por hablar abiertamente de su depresión, sus desórdenes alimenticios y su ansiedad. Su sinceridad fue la responsable de que se convirtiera en un fenómeno en las redes, que fueron precisamente las que le empujaron a abandonarlas cuando tanto en los comentarios como en foros se comenzó a hablar acerca de su silueta, sus hábitos alimenticios y su comportamiento. Cuando aseguraron que estaba deprimida, un giro del destino hizo que terminara por padecer depresión al leer tales comentarios.
Émilie, una mujer birracial que vive con ansiedad generalizada, no comparte su viaje personal en Instagram, pero usa activamente el contenido de cuentas como @browngirltherapy y @letterstoblackwomen en su proceso de recuperación. Asegura que su salud mental no puede disociarse del racismo cotidiano que experimenta como mujer negra: el contenido que sigue en Instagram le permite abordar esta dimensión.
Por ejemplo, es gracias a estos relatos que Émilie se dio cuenta de muchas agresiones cotidianas que experimentaba pero que no sabía que tenían un efecto en su bienestar.
Al respecto, investigadores de las redes sociales han demostrado que Instagram puede ser empoderador, pero también perjudicial para perpetuar expectativas de género poco realistas.
El algoritmo de Instagram estructura nuestras interacciones en red de manera que impulsen cierto contenido y sigan a otros, fomentando las definiciones estandarizadas de feminidad y autocuidado para que perduren.
Por ejemplo, Instagram promueve modelos de recuperación estéticamente agradables como los baños de burbujas y las velas aromáticas, pero de esa forma sigue colocando la responsabilidad del bienestar en manos de las mujeres en lugar de las infraestructuras sociales. Por lo tanto, las mujeres no sólo se ven obligadas a usar Instagram para abordar la falta de recursos de salud mental, sino también para la autorrealización, el empoderamiento y la transformación que promete.
Pero por muy diverso que pueda ser el impacto de las redes sociales en la salud mental, las historias de estas participantes arrojan luz sobre la necesidad de replantear el discurso en torno a las redes sociales y la salud mental. Si bien existe una tendencia a centrarse en cómo Instagram agrava la salud mental de las mujeres, existe una necesidad imperiosa de reconocer que las mujeres también recurren a la plataforma para consultar información relacionada con su salud y encontrar reconocimiento. Todo se resume a reconocer la necesidad para poder abordar el problema con mucha más asertividad. (NF)
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