En el libro Glass Walls (Muro de cristal), se relata la historia de una empleada de un periódico cuyo editor le hizo una pregunta insidiosa: «¿Planeas tener hijos?» Ella respondió honestamente: «Algún día». La respuesta del editor fue contundente: «Esa será tu carrera». A partir de ese momento, la trayectoria profesional de esta mujer cambió radicalmente. Ella conoció el muro maternal.
Nunca fue ascendida, fue trasladada de un departamento a otro, y finalmente, asignada al turno de noche. Aunque nunca tuvo hijos, su simple deseo de ser madre en el futuro fue suficiente para que su carrera se viera obstaculizada. Eventualmente, renunció.
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Las experiencias de las mujeres en el lugar de trabajo son muy diferentes a las de los hombres. Mientras que los hombres reciben una «prima salarial por paternidad», las madres enfrentan una «penalización por maternidad» en salarios y oportunidades de ascenso.
Peor aún, muchas mujeres sin hijos también sufren este sesgo, simplemente porque son percibidas como madres potenciales. Este «muro maternal» no discrimina, afectando tanto a madres como a mujeres que, por cualquier razón, no tienen hijos.
En nuestra investigación, descubrimos que muchas mujeres no fueron contratadas o ascendidas debido a la suposición de que se convertirían en madres. Este tipo de discriminación, conocida como «sesgo de tener un bebé», es alarmante. Directores de contratación y supervisores asumen que una mujer joven y sin hijos representa un riesgo debido a la posibilidad de maternidad, lo que les lleva a no contratarlas o a negarles ascensos.
Otro problema es que a las mujeres sin hijos se les exige más. Se espera que trabajen más horas o asuman tareas adicionales, simplemente porque «no tienen responsabilidades familiares». Este sesgo coloca una carga injusta sobre ellas, reforzando la idea de que el trabajo y la vida personal de una mujer son menos importantes si no tiene hijos.
Muchas mujeres se han encontrado con la desagradable realidad de ser pagadas menos que sus compañeros masculinos porque «no tienen una familia que mantener». Esta disparidad salarial, basada en la situación familiar, no solo es injusta, sino que perpetúa la idea de que el trabajo de las mujeres es menos valioso.
Eliminar el muro maternal en el trabajo es posible, pero requiere esfuerzo y compromiso. La flexibilidad laboral debe ser una opción para todos, sin importar su situación familiar. Debemos revisar las políticas de contratación y ascensos para asegurar que no haya suposiciones injustas sobre la maternidad. Y, lo más importante, el salario debe basarse en el puesto, no en la situación familiar.
Para construir un futuro laboral equitativo, debemos desafiar y desmantelar los sesgos que perpetúan la discriminación hacia las mujeres, ya sean madres o no. Al romper el muro maternal, no solo apoyamos a las mujeres en sus carreras, sino que también fomentamos un ambiente de trabajo más diverso y justo para todos.
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