Un problema de consumo de alcohol no es fácil de detectar porque, a diferencia de otras drogas, el alcohol es socialmente aceptable y hasta bienvenido. Hay bares con todo tipo de propuestas para ello, los cines sirven alcohol, los zoológicos sirven alcohol, los restaurantes…
Y prácticamente no hay fiesta sin la presencia de una bebida alcohólica. Pero, ¿qué es beber en la ‘zona gris’? Beber en la ‘zona gris’ es un término que se usa para describir un trastorno leve por consumo de alcohol.
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En general, los bebedores que están en la ‘zona gris’ no tienen problemas con la ley (arrestos, etc.) y a menudo están rodeados de personas que tienen los mismos comportamientos. No es un diagnóstico oficial, pero muchos expertos hablan de ‘zona gris’ al referirse a la ingesta de alcohol cuando una persona se encuentra entre un consumo razonable del mismo y un trastorno por consumo de alcohol severo.
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Pues cualquier nivel de consumo de alcohol por parte de una persona que afecte negativamente a su vida personal o laboral, su propia salud o la salud de las personas que le rodean. En este caso, es motivo de preocupación.
En términos simples, el área o zona gris es el espacio intermedio entre la persona que ‘toca fondo’ y desarrolla una dependencia física y crónica al alcohol, y la persona que toma de vez en cuando y de manera muy moderada. En esta zona se encuentra el consumidor habitual.
Esta definición del área gris no está exenta de problemas. Por un lado, podría reforzar aún más el estigma frente a los “alcohólicos que tocan fondo” y por otro lado, ¿quién y cómo se define a un bebedor “normal y moderado”? Datos y reportes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) establecen que no existe un nivel seguro o recomendado de consumo de alcohol.
El área gris del consumo se asocia con riesgos pequeños pero significativamente mayores de dependencia del alcohol prevalente e incidental, problemas interpersonales incidentes relacionados con el alcohol y pérdida general de puestos de trabajo. No hubo asociaciones con afecciones médicas o trastornos mentales.
La sociedad hace que beber sea algo normal; la borrachera se hace divertida con términos como “alcohólico funcional” o “momia del vino”. Estos términos se utilizan en vano; todo es glorioso cuando tienes una bebida en la mano, lo que hace que el área gris de beber sea un poco más difícil de identificar. Algunos de los rasgos pueden mezclarse entre sí, o los hábitos de bebida de algunas personas pueden cubrir todo el espectro. La situación es preocupante porque desde la pandemia se ha producido un incremento en el consumo de alcohol en muchos países.
Lo importante, según los expertos, es auto-evaluarse acerca de la relación de uno mismo con el alcohol y comprobar si está afectando de alguna manera a su vida. Si hay que fingir ante los demás o si se está produciendo una alteración en las rutinas o en el trabajo.
En las botellas solo se encuentra un sticker con el aviso de que “el exceso de alcohol es perjudicial para la salud”. No se aclara qué constituye exactamente un “exceso”. La falta de claridad respecto a esto no solo representa un riesgo para la salud mental y física de las personas, sino un ataque a su soberanía personal.
Muchos terminan por involucrar el alcohol en casi todas las áreas y actividades de sus vidas porque no cuentan con la información necesaria para cuestionar y tomar decisiones más informadas sobre el consumo. Por eso se hace necesario romper el estigma, el silencio y el pensamiento binario respecto al alcohol. (mh)
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