En la actualidad existen muchos síntomas que hemos normalizado, como el cansancio sin causa aparente, agotamiento mental persistente o pérdida de motivación. Incluso estos síntomas, son atribuidos al estrés o al insomnio. Pero en realidad, estos síntomas podrían ser el reflejo silencioso de una condición subdiagnosticada. Los mini accidentes cerebrovasculares, o accidentes isquémicos transitorios (AIT), podrían ser la causa.
Un nuevo estudio del Hospital Universitario de Aalborg, en Dinamarca, publicado en la prestigiosa revista Neurology de la Academia Americana de Neurología, ha arrojado luz sobre esto. De hecho, estableció una relación de la fatiga prolongada como un efecto persistente tras sufrir un AIT. Este hallazgo desbalancea al entorno científico, especialmene sobre la salud neurológica. Este hallazgo cuestiona abiertamente los sistemas de diagnóstico y el acompañamiento terapéutico que se ha venido haciendo a los pacientes.
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Las secuelas invisibles de un ictus menor pueden pasar desapercibidas y los médicos deben estar atentos.
El AIT o accidente Isquémico Transitorios, es el nombre de una de las afecciones que se conocen como un ictus menor. Se trata de una obstrucción temporal del flujo sanguíneo al cerebro que puede durar apenas minutos y cuyos síntomas suelen desaparecer en menos de 24 horas. Sin embargo, lo que hasta ahora han obviado los médicos, es que sus consecuencias pueden extenderse durante meses o incluso años.
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De acuerdo con el estudio danés, el 61% de los pacientes que habían experimentado un AIT reportaron altos niveles de fatiga apenas dos semanas después del evento. A los 12 meses, más de la mitad seguía manifestando un cansancio significativo, con puntuaciones superiores a 11 en una escala de fatiga de 4 a 20.
Este nivel de agotamiento —que incluye fatiga física, mental, falta de motivación y reducción de la actividad— es comparable al que enfrentan pacientes que han sobrevivido a un ictus completo.
Los efectos invisibles de los AIT no se detienen en la fatiga. Según los investigadores, esta condición también duplica el riesgo de sufrir ansiedad y depresión. Además, se han documentado dificultades cognitivas persistentes, como problemas de concentración, toma de decisiones y memoria.
“La fatiga prolongada es un signo de que el cerebro sigue intentando sanarse y reorganizarse. Esto demanda mucha energía, lo que puede dejar al paciente con una sensación de agotamiento constante”, explica el cardiólogo intervencionista Bradley Serwer, director médico de VitalSolution.
Además del proceso de curación cerebral, otros factores que contribuyen a la fatiga post-AIT incluyen:
Este estudio es un llamado directo a los especialistas en neurología, medicina interna, geriatría y atención primaria en República Dominicana. Los pacientes que han sufrido AIT no deben ser vistos como «los afortunados» que escaparon a un ictus grave. El costo neurológico, emocional y funcional es real.
Birgitte Hede Ebbesen, fisioterapeuta e investigadora principal, advierte que “la fatiga no debería subestimarse en estos pacientes. Si se detecta a las dos semanas, es muy probable que persista durante un año o más si no se aborda clínicamente”.
Para los líderes de clínicas, hospitales y aseguradoras de salud, esta información sugiere la necesidad de establecer protocolos de seguimiento neurológico post-AIT, que incluyan:
Aunque los síntomas desaparecen en menos de 24 horas, es clave identificar los signos de alarma y consultar inmediatamente:
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La población dominicana, especialmente los adultos mayores de 60 años, presenta un perfil de riesgo importante ante enfermedades cardiovasculares. Factores como la hipertensión no controlada, diabetes, colesterol elevado y sedentarismo aumentan la probabilidad de sufrir AIT.
Por eso, los centros de salud deben integrar esta nueva evidencia a sus prácticas clínicas y diseñar estrategias de prevención que incluyan:
En el mundo de la medicina, lo que no se ve suele subestimarse. Pero en salud cerebral, lo invisible puede ser decisivo. Reconocer la fatiga persistente como una secuela de los mini accidentes vasculares es clave para mejorar la calidad de vida de cientos de dominicanos. Este nuevo enfoque debe cambiar la narrativa clínica: el AIT no es el final del problema, sino el inicio de un proceso que exige atención, seguimiento y cuidado integral.
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