La tensión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de los vasos o arterias al ser bombeada por el corazón. Mientras más alta sea la tensión, mayor esfuerzo debe realizar el corazón para bombear. La hipertensión arterial es una patología crónica en la que los vasos sanguíneos tienen una tensión persistentemente alta. Generalmente, la hipertensión se define como la presión arterial por encima 140/90 y se considera grave cuando está por encima de 180/120.
Una de las características de esta enfermedad es que no presenta unos síntomas claros y estos pueden tardar mucho tiempo en manifestarse. Sin embargo, constituye el factor de riesgo cardiovascular más prevalente. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en un estudio que cubre el periodo 2000 a 2019 y publicado en el 2020, confirma que las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la primera causa de mortalidad en el mundo, y muchas muertes ocurren antes de que las personas sean diagnosticadas.
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Las primeras consecuencias de la hipertensión arterial las sufren las arterias, que se endurecen a medida que soportan la presión arterial alta de forma persistente, se hacen más gruesa y, por lo tanto, el fluido de la sangre a través de ellas se dificulta. Esto también favorece los depósitos de colesterol y triglicéridos.
Aunque no se conocen las causas específicas de la hipertensión arterial, se la relaciona con una serie de factores que suelen estar presentes en la mayoría de los pacientes.
Los aspectos básicos o poco modificables son los relacionados con la herencia genética, el sexo, la edad y la raza, y aquellos aspectos que se podrían modificar al variar los hábitos de las personas como la obesidad, sensibilidad al sodio, consumo excesivo de alcohol, el uso de ciertos fármacos y un estilo de vida muy sedentario.
La medición habitual de la presión arterial es la principal herramienta de diagnóstico. Se mide mediante unos aparatos llamados esfigmomanómetros o tensiómetros que tienen uso doméstico.
Pero los chequeos médicos rutinarios son la mejor apuesta para prevenir esta y cualquier enfermedad en su etapa inicial.
Si esos cambios de hábitos no le funcionan, actualmente existen tratamientos farmacológicos muy eficientes para controlar la presión arterial, siempre bajo la recomendación de su médico general o cardiólogo.
Por GM, para la edición Julio-Agosto de MediHealth
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