El cabello se vuelve gris conforme las células llamadas melanocitos en la base de cada folículo capilar se dañan debido a enfermedades, exposición ambiental o simplemente la edad. Todos tienen algunas canas a lo largo de la vida, pero el equilibrio tiende a perderse a los 40 o 50 años, con una tasa de variación que depende de la genética, el género y la etnicidad, dice James Kirkland, director del Robert and Arlene Kogod Center on Aging en la Mayo Clinic.
“Si tienes una cardiopatía y tu cabello es gris, se trata de una señal de que es más grave»
Los hombres negros suelen tener canas después que los caucásicos, mientras que los asiáticos se encuentran en un espacio intermedio. A las mujeres generalmente les salen canas después que a los hombres. La edad en que aparecen se determina principalmente por la genética. Fumar también puede acelerar el cambio de color y las canas tempranas podrían ser una señal de enfermedades autoinmunes, tiroideas o cardiacas.
«Todo se determina mediante la salud de la célula que produce el figmento»
Algunas personas que fueron prisioneras en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y no recibieron la alimentación adecuada también presentaron canas prematuras, establece Wilma Bergfeld, dermatóloga de Cleveland Clinic, quien se especializa en enfermedades capilares.
La mayoría de las actividades que dañan el cabello, como perder rápidamente más de nueve kilos o someterse a un tratamiento de quimioterapia, causarán pérdida de cabello en vez de un cambio de color, explicó.
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Desafortunadamente, no hay medicamentos aprobados para restaurar el color del cabello, aunque en las primeras pruebas con minoxidil, una sustancia que combate la pérdida del cabello, Bergfeld dijo que ella y otros investigadores se dieron cuenta de que la droga a veces restauraba el color del cabello, lo cual sugiere que estaba rejuveneciendo los melanocitos.
El estrés puede contrarrestar los efectos benéficos de una dieta saludable, según sugiere un estudio publicado en Molecular Psychiatry. La investigación se hizo de forma aleatoria y se analizaron a 58 mujeres que primero ingirieron una comida con altos niveles de grasas saturadas, como las que se encuentran en la carne y la mantequilla.
Luego, una o dos semanas después, las mujeres consumieron una comida baja en grasas saturadas. La única diferencia entre las comidas fue la proporción de grasas saturadas e insaturadas. Aspectos como la cantidad de calorías, tipo de alimentos y cantidad de grasa, carbohidratos y proteínas eran idénticas.
Entre las mujeres con bajos niveles de estrés los marcadores de inflamación tendían a ser más altos después de ingerir la comida rica en grasas saturadas que después de la comida con niveles bajos de estas grasas.
Sin embargo, en las mujeres con niveles altos de estrés esas diferencias desaparecieron: mostraron niveles altos de inflamación incluso después de ingerir la comida baja en grasas saturadas.
(rmh)
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