En una reunión de trabajo o en un almuerzo casual, conoces a alguien y, minutos después, su nombre se ha evaporado. En el supermercado, te cruzas con una persona con la que has compartido decenas de conversaciones, pero tu mente queda en blanco. Es un momento incómodo, y muchos se preguntan: ¿es un simple despiste o una señal de alerta para la salud cerebral el olvidar nombres?
El Dr. Rafael Villino, especialista en Neurología de la Clínica Universidad de Navarra, advierte que estos olvidos tienen múltiples causas y que, si bien la mayoría son inofensivos, otros pueden ser el primer indicio de un deterioro cognitivo que merece atención médica.
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La memoria no es un cajón donde la información se almacena intacta, sino un proceso complejo que requiere recepción, codificación, aprendizaje y almacenamiento. Cuando conoces a una persona por primera vez, su nombre se guarda en la memoria a corto plazo, cuya duración es de apenas unos minutos. Por eso es normal olvidarlo si no vuelves a interactuar.
El problema surge cuando la dificultad es para recordar nombres de personas cercanas. Según el Dr. Villino, ese tipo de información, por su carga emocional y la frecuencia del contacto, se guarda en la memoria a largo plazo. Fallar en recuperarla de manera recurrente no es un signo habitual del envejecimiento normal.
A nivel anatómico, el recuerdo de nombres se vincula con el lóbulo temporal, zona cerebral clave para el lenguaje y la memoria. En enfermedades como el Alzheimer, la afectación de estas áreas impide evocar nombres de personas u objetos.
La capacidad cognitiva máxima suele alcanzarse entre los 60 y 65 años. A partir de ahí, es natural que haya un ligero descenso, pero olvidar datos esenciales o cotidianos, y que estos olvidos sean percibidos por uno mismo o por el entorno, es motivo para una evaluación médica.
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El deterioro cognitivo se diagnostica mediante pruebas neuropsicológicas que comparan el rendimiento con lo esperado según la edad, sexo y nivel educativo. Detectarlo de forma temprana puede frenar su avance e incluso revertirlo en casos relacionados con déficits nutricionales o problemas de salud tratables.
No todos los olvidos son sinónimo de patología. Factores como:
Estrés y multitarea, que fragmentan la atención y dificultan la codificación de la información.
Falta de sueño, que interfiere en los procesos de limpieza cerebral y consolidación de recuerdos.
Estado de ánimo bajo, que ralentiza el procesamiento cognitivo.
Incluso en personas sanas, una noche de insomnio o semanas de alta presión laboral pueden multiplicar estos lapsos de memoria.
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El Dr. Villino recomienda estimulación cognitiva diaria, con actividades tan simples como:
Lectura constante.
Crucigramas, sopas de letras o juegos de lógica.
Aprender nuevas habilidades, desde un idioma hasta tocar un instrumento.
La alimentación también juega un rol crucial. Deficiencias de vitaminas B y folato pueden provocar un deterioro reversible, mientras que la deshidratación agrava síntomas en pacientes con patologías neurodegenerativas.
En un país como la República Dominicana, donde el envejecimiento poblacional crece a paso acelerado y los costos de atención por demencias se incrementan cada año, la prevención no es solo un asunto de salud personal, sino de sostenibilidad del sistema sanitario.
Hábitos como el ejercicio regular, evitar el tabaquismo, mantener un buen control de la presión arterial y el azúcar en sangre, junto con una dieta equilibrada, son la estrategia más rentable para proteger la memoria a largo plazo.
Olvidar un nombre ocasionalmente no es sinónimo de enfermedad, pero ignorar los signos de un deterioro progresivo puede tener consecuencias irreversibles. La memoria es un capital cognitivo que se construye y se protege cada día. Y como advierte el Dr. Villino, “envejecer no implica necesariamente perder la memoria, pero sí exige cuidarla con disciplina y hábitos saludables”.
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