La actividad cardiovascular o aeróbica implica realizar ejercicios de una menor intensidad durante periodos de tiempo más largos, con el objetivo de conseguir una mayor resistencia.
Al realizar estas actividades, tales como andar, correr, nadar o montar en bicicleta, es preciso «quemar» carbohidratos y grasas, y, para ello, se necesita oxígeno.
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Este esfuerzo podría reducir significativamente el riesgo de cáncer metastásico, de acuerdo con un nuevo estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Tel Aviv, en Israel, quienes descubrieron que el ejercicio aeróbico de alta intensidad puede reducir el riesgo de sufrir un cáncer con metástasis.
En el análisis se combinaron modelos de laboratorio de animales entrenados bajo un estricto régimen de ejercicio, acompañado con datos de voluntarios humanos sanos examinados antes y después de correr.
Este tipo de ejercicio favorece la distribución de los capilares en el músculo cardíaco y la habilidad del corazón para desarrollar nuevos ramales de arterias sanas que permitan llevar la sangre a lugares donde antes llegaba en forma deficiente.
El estudio arroja un 72 % menos de casos de cáncer metastásico entre los individuos que realizan una actividad aeróbica regular.
Las conclusiones se basan en un seguimiento de 3,000 voluntarios físicamente sanos recabados durante los últimos 20 años.
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La observación demostró que los participantes que reportaron actividad aeróbica regular de alta intensidad (aquellas actividades que ponen el corazón al 80 % de las pulsaciones máximas, como correr, ir en bici o andar cuesta arriba) presentaron un 70 % menos de probabilidades de desarrollar cáncer metastásico que aquellos que no realizaban ejercicio físico.
Al examinar las células de los órganos de los pacientes que participaron, se observó un aumento en el número de receptores de glucosa durante la actividad aeróbica de alta intensidad. Los órganos aumentaban la ingesta de azúcar y se convertían en máquinas efectivas de consumo de energía. En consecuencia, si se desarrolla cáncer, la competencia por la sacarosa reduce la disponibilidad de energía necesaria para la metástasis.
Si se consigue que el microambiente del tumor se altere a consecuencia de las mayores necesidades metabólicas inducidas por el ejercicio, este mismo, finalmente, puede dar como resultado una especie de “escudo protector” que protege contra el desarrollo del cáncer metastásico.
Otros investigadores consideran que los resultados del estudio sugieren que las personas sanas también deberían incluir componentes de alta intensidad en sus rutinas de ejercicio físico que permitirá el desarrollo de una medicina personalizada para prevenir cánceres específicos.
El ejercicio físico reduce el riesgo de algunos tipos de cáncer hasta en un 35 %. Este efecto positivo es similar al impacto del ejercicio en otras afecciones, como las enfermedades cardíacas y la diabetes.
Celeste Pérez Rodríguez
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