Si te pidieras a ti mismo apuntar las mentiras que dices en un solo día, probablemente te sorprenderías con el resultado. Mentimos en el trabajo, a nuestros jefes, compañeros, familiares, vecinos e incluso a los dependientes de la tienda de la esquina. Un estudio del psicólogo norteamericano Robert S. Feldman demostró que las personas mienten de media 2 o 3 veces cada 10 minutos de conversación.
La mayoría de estos embustes son espontáneos y buscan generar comodidad, evitando situaciones desagradables o mejorando el ánimo de otros. Estas son las conocidas «mentiras piadosas». Sin embargo, hay diferentes grados e intenciones detrás de cada patraña.
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José María Martínez Selva, catedrático de Psicobiología y experto en psicología de la comunicación, explica en su libro «La nueva ciencia de la mentira» (Ed. Paidós) que no todo engaño es una falsedad. Martínez Selva enseña a identificar las calumnias peligrosas y cómo protegernos de los mentirosos que pueden perjudicar nuestras vidas.
Mentir, incluso si es una «mentirijilla» como decir que a alguien le queda bien un nuevo peinado cuando no es así, puede generar una especie de adicción. Investigadores del University College de Londres descubrieron que decir mentiras, por sencillas que sean, activa áreas del cerebro relacionadas con emociones negativas. Sin embargo, si la mentira se repite, la alerta sobre estas emociones negativas disminuye, lo que facilita que la conducta de mentir se repita sin remordimientos.
Por otro lado, estudios de la Universidad de Harvard revelaron que en personas acostumbradas a mentir, como estafadores, el lóbulo frontal sufre cambios significativos. Estos cambios incluyen una reducción del 14% de la sustancia gris y un aumento del 20% de la sustancia blanca, lo que les permite continuar con el engaño sin preocupaciones morales.
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Las mentiras son parte inherente de la comunicación y la vida social. Existen mentiras de cortesía, rumores, cotilleos entre amigos y leyendas urbanas que facilitan nuestra vida social. Estas mentiras, conocidas como mentiras sociales, son esperadas tanto por quien las dice como por quien las recibe.
Sin embargo, existen también las malas mentiras, las que son deliberadas, dañinas y percibidas como amenazas o traiciones. La gravedad de estas mentiras depende de su contexto, justificación, consecuencias y frecuencia.
Identificar a un mentiroso no es fácil, ya que los expertos en mentir se desenvuelven bien en este terreno. Sin embargo, hay señales conductuales, fisiológicas y verbales que pueden delatarlos. Algunas de estas señales incluyen:
Pese a estas señales, captar a un mentiroso sigue siendo un desafío. Como decía Sócrates, “la mentira gana partidas pero la verdad gana el juego”.
Mentir es una conducta humana común y, en muchos casos, inevitable. Comprender las razones detrás de las mentiras y cómo detectarlas puede ayudarnos a navegar mejor nuestras interacciones diarias. Aunque no todas las mentiras son perjudiciales, es crucial distinguir entre las inofensivas y las dañinas para proteger nuestras relaciones y bienestar personal.
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