Se suele tener la creencia de que los infartos suceden sin previo aviso, síntomas o señales de alerta, por lo que adoptar hábitos para prevenirlos o prestar atención a que puedan suceder no es precisamente una costumbre.
Si bien es cierto, que no todas la personas presentan infartos fulminantes o con síntomas comunes como dolor en el pecho, y que la ocurrencia de los síntomas puede resultar prácticamente imperceptible, no es menos cierto que en otros casos existen señales que prenden la alarma de un posible infarto de miocardio o ataque cardíaco, producido por el bloqueo del flujo de la sangre que va hacia el corazón.
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Según Mayo Clinic una entidad sin fines de lucro, líder mundial de atención médica, investigación y educación, los signos y síntomas de un ataque cardíaco incluyen: ‘presión, opresión, dolor, o sensación de compresión o dolor en el pecho o en los brazos, que puede propagarse hacia el cuello, la mandíbula o la espalda, náuseas, indigestión, ardor de estómago o dolor abdominal, falta de aire, sudor frío, fatiga, aturdimiento o mareos repentinos’.
Por su parte el Texas Heart Institute (THI), destaca que otros signos de alerta son: ‘desmayo, dificultad para respirar sin explicación obvia, ansiedad, debilidad o cansancio inexplicables, conciencia de tener alteraciones de los latidos normales del corazón, con sudor inexplicable y palidez de la piel’.
Aunque los signos y síntomas de alarma y advertencia, podrían presentarse con horas, días o semanas de anticipación, podrían pasar desapercibidos o ser confundidos con otros malestares del organismo, por lo que es importante prestar atención a los posibles factores de riesgo del infarto como: consumo habitual de tabaco o alcohol, hipertensión arterial, sobrepeso y obesidad, colesterol alto, sedentarismo, herencia familiar, diabetes, y la edad. Siendo más propicios los hombres de 45 años o más y las mujeres de 55 años o más.
Otros factores adicionales, podrían ser el estrés, el consumo de estupefacientes, antecedentes de preeclampsia, enfermedades autoinmunitarias y trastornos como la artritis reumatoidea o el lupus.
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