Llega un punto en la vida donde nos damos cuenta de que nuestro entorno puede no estar en sintonía con nosotros, aunque compartamos valores similares. Algunos encuentran el amor mientras otros aún no lo conocen; algunos están en plena espera de su primer bebé mientras otros no tienen planes de ser padres; algunos aún viven con sus padres mientras otros ya han firmado una hipoteca; algunos están ascendiendo en su carrera profesional mientras otros están en busca de empleo… En resumen, no llevamos el mismo paso, y eso no debería causarnos incomodidad, sino más bien ayudarnos a entender que cada uno tiene su propio ritmo y que podemos vivir libre de comparación.
Sentirse atrasado es una emoción que aflora en muchas situaciones y puede ser difícil de manejar… La sensación de quedarse atrás es común en la sociedad actual. Aparece cuando creemos que los demás avanzan más rápido o logran más cosas que nosotros. Es como si nuestros pasos tuvieran que seguir lo que otros dictan… pero no olvidemos que, por ejemplo, el hecho de que un amigo tenga un hijo no pone en desventaja a quienes no lo desean en este momento o han decidido no tenerlo nunca. Simplemente, cada persona tiene su propio reloj y no todos hacemos y logramos todo al mismo tiempo. Ni siquiera tenemos por qué aspirar a lo mismo.
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Según la psicóloga Beatriz Gil Bóveda, CEO de Psique Cambio, esta sensación de quedarse atrás no es nueva, pero las redes sociales y los logros visibles de otros en el ámbito profesional y personal pueden agudizar esta percepción. En la era actual, donde compartir cada aspecto de nuestra vida se ha vuelto una norma, esta percepción se amplifica.
La sensación de quedarse atrás puede ser desencadenada por observar cómo amigos y colegas alcanzan metas profesionales y personales. La presión social para lograr ciertos hitos, como tener una carrera exitosa, formar una familia, comprar una casa o un coche, contribuye significativamente a esta percepción. La psicóloga Beatriz Gil Bóveda explica que esta presión puede hacer que nos sintamos inadecuados si no cumplimos con esos estándares.
Este sentimiento puede tener serias repercusiones en la salud mental. Según Beatriz Gil Bóveda, la constante comparación y la percepción de fracaso personal pueden llevar a problemas como ansiedad, depresión y baja autoestima. Estas emociones negativas erosionan nuestro bienestar emocional y afectan nuestras relaciones personales.
Aunque compararse con los demás puede ser una conducta común, existen estrategias para evitar que se convierta en un hábito tóxico. Aquí algunos consejos de los expertos:
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