Mientras los algoritmos y la Inteligencia Artificial redefinen los modelos de negocio, una verdad incómoda emerge: las organizaciones más avanzadas tecnológicamente están fracasando en su capital humano. Según el informe Tendencias Globales de Talento 2025 de Mercer, el 86% de los empleados no se siente inspirado por sus evaluaciones de desempeño, revelando una crisis silenciosa que desafía el paradigma de la productividad moderna. En ese contexto, el evento Mejores Empresas para Trabajar 2025, organizado por Mercado Events, bajo el lema ‘Reskilling, evidencia cómo las compañías que combinan innovación con bienestar emocional están reescribiendo las reglas del juego laboral.
Tendencias Globales de Talento 2025, subraya que las métricas tradicionales de desempeño —centradas en resultados cuantitativos— han quedado obsoletas. En su lugar, emerge la necesidad de un enfoque holístico que vincule la satisfacción laboral con la resiliencia organizacional.
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Las empresas líderes ya no miden el éxito solo en términos de eficiencia operativa, sino en la capacidad de crear entornos donde el talento florezca.
Uno de los hallazgos más contundentes del informe es el giro hacia una productividad centrada en el ser humano. La inteligencia artificial y la automatización están redefiniendo tareas, pero su potencial solo se maximiza cuando se rediseñan los roles laborales para integrar desarrollo profesional, bienestar y propósito.
Las organizaciones que priorizan la alineación entre los objetivos corporativos y las aspiraciones individuales logran no solo mayor compromiso, sino también innovación sostenible.
Sin embargo, el camino es complejo. Solo el 21 % de las empresas cuenta con la agilidad necesaria para alcanzar sus metas de crecimiento, y un 80 % de los líderes admite que sus sistemas de evaluación son demasiado rígidos. Más preocupante aún: apenas el 14 % de los empleados se siente inspirado por estos procesos, lo que refleja una desconexión crítica entre las estructuras tradicionales y las necesidades actuales.
La segunda tendencia clave señala que la confianza es el cimiento de cualquier cultura organizacional sólida. Empresas con políticas claras de transparencia e inclusión no solo retienen mejor el talento, sino que generan entornos donde la colaboración y la creatividad prosperan.
La equidad ya no es un discurso opcional; los colaboradores exigen acciones tangibles, desde salarios justos hasta oportunidades equitativas de crecimiento.
No obstante, persisten brechas significativas. Solo el 40 de los trabajadores comprende con claridad lo que se espera de ellos, y únicamente el 26% recibe orientación activa de sus superiores para priorizar tareas. Estos datos exponen una falla sistémica: la falta de comunicación efectiva erosiona tanto el rendimiento como la confianza.
La tercera tendencia destaca la urgencia de construir organizaciones resilientes. Crisis geopolíticas, disrupciones tecnológicas y amenazas cibernéticas exigen estructuras capaces de adaptarse sin sacrificar el bienestar del capital humano. Aquí, el informe es claro: la resiliencia no se trata solo de mitigar riesgos externos, sino de fortalecer la salud física y mental de los equipos.
Pero hay un retroceso alarmante. Mientras en 2024 el bienestar ocupaba el segundo lugar en las prioridades de Recursos Humanos, en 2025 cayó al puesto 14. Esta despriorización coincide con una reducción en iniciativas de bienestar financiero y planificación para la jubilación, temas críticos en una era de longevidad laboral. Solo el 11% de los líderes de RR.HH. los considera prioritarios, una cifra que preocupa ante el aumento del estrés económico global.
La cuarta tendencia confirma que la adopción tecnológica es irreversible, pero su éxito depende de cómo se integre con el talento humano. Las empresas que lideran este ámbito no solo implementan herramientas avanzadas, sino que las combinan con estrategias de capacitación continua. La inteligencia artificial, por ejemplo, muestra resultados tangibles cuando se usa para potenciar (no reemplazar) las capacidades humanas.
Aun así, el progreso es desigual. Solo el 17 % de los ejecutivos cree que su organización ha alcanzado un nivel óptimo de productividad. El resto lucha por equilibrar la automatización con la preservación de espacios para la creatividad y el juicio humano.
El informe de Mercer deja en evidencia una realidad ineludible: el futuro del trabajo exige un equilibrio delicado entre innovación tecnológica y sensibilidad humana. Las métricas de desempeño deben evolucionar para incluir indicadores de bienestar, engagement y desarrollo profesional.
La caída en la priorización del bienestar y la falta de claridad en las expectativas laborales son señales de alerta. Si las organizaciones no actúan, arriesgan no solo su productividad, sino también su sostenibilidad en un mercado cada vez más competitivo.
El mensaje es claro: en la era de la inteligencia artificial, el factor humano sigue siendo irremplazable. Las empresas que lo entiendan no solo sobrevivirán, sino que definirán los estándares del mañana.
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