No importa cuántas veces analicemos este tema, el teletrabajo ha llegado para quedarse. Aunque gracias a esta modalidad hayamos ganado más tiempo libre o una mayor conciliación familiar y laboral, lo cierto es que también ha traído consigo algún que otro inconveniente que comienzan a hacerse cada vez más notorios.
Aunque el entorno ha modificado sus hábitos, se siguen aplicando las mismas reglas del modelo organizativo presencial, lo que está provocando en el trabajador, tal y como reflejan varios estudios, desde la falta de desconexión mental hasta dificultades para finalizar la jornada laboral. Además de la pérdida de tiempo y, por tanto, de productividad, debido al aumento de las videollamadas y al flujo constante de correos electrónicos, mensajes y otras distracciones. ¿Cómo solucionarlo? Adoptando el conocido como trabajo asíncrono.
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Para entender la forma de trabajar asíncrona, debemos ajustar nuestras expectativas enfocándonos en el logro de los objetivos, más que en el control total del tiempo de los colaboradores. «Trabajar de forma asíncrona se entiende como la manera de trabajar en equipo de modo diferido en el tiempo, es decir, en distintos momentos del día. Y su principal diferencia con los modelos de trabajos tradicionales radica en que no se espera que todo el mundo esté disponible y trabaje en las mismas franjas horarias», explica Phil Libin, co-fundador y antiguo CEO de Evernote, y un ferviente defensor del mundo «fuera de la oficina».
Los principios asincrónicos permiten a las personas elegir cuándo, dónde y en qué trabajar, y durante cuánto tiempo hacerlo. El objetivo principal es romper con la tiranía del modelo tradicional sincrónico, en el que no siempre se priorizan tareas y es complicado diferenciar lo importante de lo urgente.
Mayor productividad: Por mucho que creamos que la multitarea nos hace ser más productivos, en realidad sucede todo lo contrario. Nuestro cerebro abandona una tarea para empezar otra. En cambio, lo que sí funciona es la atención focalizada: los momentos de concentración aumentan el rendimiento y la productividad.
La información está siempre disponible: Las reuniones o llamadas son perecederas, en cambio un vídeo o una grabación de audio nos permiten rescatar la información siempre que sea necesario, lo que a su vez brinda la oportunidad de reflexionar antes de responder y comunicar ideas de la manera correcta.
Las comunicaciones son más efectivas: El trabajo asíncrono evita que nos distraigamos y perdamos el tiempo con comunicaciones que, en ocasiones, no son importantes. Por no hablar de la ansiedad que generan los mensajes de chat y correos enviados a ‘deshora’, por compañeros que residen en diferentes zonas horarias de la nuestra.
Desaparecen los límites para tu empresa: Los equipos globales no entienden de fronteras ni usos horarios. Por eso, en lugar de tratar de sincronizar a unos trabajadores que estén en New York e Inglaterra, es mejor que las tareas se vayan cumpliendo a plazos, como en una carrera de relevos, sin esperar una respuesta inmediata unos de otros. El trabajo se termina a tiempo, las personas están menos estresadas y las empresas pueden ampliar su grupo de talentos.
Aumenta la motivación: A la hora de alcanzar una meta, no importa tanto si el medios es presencial o remoto, sino el hecho de poder escoger el entorno más conveniente cuando se desea. Las personas parecemos valorar mucho la libertad de elegir cuándo, cómo y dónde tratar el asunto.
Aumenta la felicidad: Un trabajador libre de elegir cuándo y dónde trabajar sufrirá menos estrés que aquel que se vea obligado a cumplir con objetivos de forma inmediata e innecesaria. El síndrome de Burnout está provocando que cada día cientos de personas se unan al fenómeno conocido como la Gran Dimisión. La fuga de talentos comienza a estar motivada por esta cuestión y no por aspectos relacionados con el aumento de sueldo o el crecimiento profesional. (KR)
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