Desde que el hombre ya no necesitaba cazar para comer, esta afición se convertía en un pasatiempo al alcance de muy pocos. Los primeros en practicarla como un hobby eran reyes y nobles. Desde décadas, la caza ha sido la afinidad predilecta de la aristocracia, y de miembros del jet set.
Personalidades como la reina de Inglaterra, el rey emérito Juan Carlos de España y todos sus antecesores, han sido habituales de estas jornadas. Prácticamente todos los reyes y príncipes de Europa, a excepción del pequeño reino de Luxemburgo, de cuyo Gran Duque no se consta interés alguno por las armas de fuego, han sido amantes de abatir algún animal de mayor o menor envergadura.
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Sin embargo, este deporte no solo es practicado por la realeza. Cada día son más los empresarios, la mayoría multimillonarios, que desenfundan la escopeta y se preparan para conseguir algún “trofeo”.
Poco a poco, la cacería se ha transformado en uno de los deportes de élite en personas influyentes que se reúnen a menudo, no solo por diversión, sino que también para estrechar vínculos y cerrar negocios. Así como para compartir un fin de semana en el campo o montaña en medio de la naturaleza. Cada uno de ellos utilizando una chaqueta de camuflaje, unos guantes de piel comprados, tal vez, en Holland and Holland, la exclusiva tienda del Mayfair londinense, y por supuesto, el sombrero con broches y plumas.
La mayoría de los amantes de la caza buscan en este deporte, adrenalina, romanticismo y exclusividad. Y que pueden llegar a pasar entre 50 y 60 días al año practicándolo.
En reservas naturales en Alaska o Tanzania. O en ranchos, castillos o sabanas en cada uno de los continentes. Los amantes de este deporte pueden disfrutar de las fincas de caza más lujosas del mundo.
Y es por lo mismo, que esta actividad pasa a ser un atractivo sector en la economía. Si bien no existe un estudio exhaustivo y totalmente detallado de la importancia que tiene la caza como generador de recursos económicos, se estima que esta actividad genera más de $7,800 millones de dólares, solo en España.
Cifra bastante importante pero no total, ya que entremezclan otros numerosos sectores: propietarios y arrendatarios de cotos y fincas, organizadores de caza, taxidermistas, venta de vehículos, hoteles, restaurantes, gasolineras, fabricantes de armas, armerías, ropa y complementos. Así como viajes de caza, venta de carne, y cartuchería. Los anteriores hacen parte de los principales implicados en el clúster económico que la caza pone a funcionar a lo largo de todo el año.
Al mismo tiempo, con los gastos que genera la caza, se paga el mantenimiento de las tierras salvajes, la vida silvestre, la biodiversidad y la conservación de las especies cinegéticas y no cinegéticas.
Lo mismo que ocurre en otros países, los cazadores son los principales contribuyentes a los esfuerzos de conservación de la vida silvestre, por ejemplo en Estados Unidos y en gran parte de Sudamérica, como Argentina.
Básicamente el turismo cinegético se divide en caza menor, caza mayor y caza acuática. Las dos primeras hacen referencia al tamaño de las presas, y la segunda al medio ambiente donde se practica. La caza menor incluye el conejo, la tórtola o la perdiz, por ejemplo. La caza mayor incluye al jabalí y al ciervo, y la caza acuática a las aves acuáticas palmípedas y zancudas.
Por otro lado existe un mercado armado especialmente para el turista de mucho dinero, exigente en los alojamientos y servicios, otro para los cazadores deportivos especializados; y un tercero de tono más informal.
La adrenalina de cazar a un animal salvaje es para muchos un auténtico placer que llega hasta tal punto que están dispuestos a pagar mucho dinero por hacerlo.
La compañía African Sky Hunting, una de las más grandes en organizar este tipo de safaris, cobra más de $24,000 dólares por cada león que sus clientes logren cazar, siendo el tercer animal más caro después del elefante cuyo valor es más de $40 mil dólares, mientras que ir a la caza de un leopardo cuesta unos $38,000 dólares.
Rann Safari es otra agencia especializada en este tipo de excursiones. Esta compañía ofrece tiendas de campaña de lujo, que hace que la estancia de sus ocupantes sea un auténtico placer. El costo completo de un safari de caza cuesta entre $30 y 60 mil dólares dependiendo de la modalidad de caza que se elija.
Sus majestuosos lodge no tienen que envidiar a las habitaciones de cualquier hotel cinco estrellas. (rmd)
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