Las botellas halladas en navíos hundidos han demostrado que el mar es un excelente medio para el envejecimiento de licores. Un ejemplo de ello es Abysse, una botella de champagne que fue añejada durante su último año en el fondo del océano, pero que en esta ocasión no fue rescatada de un barco hundido, sino que fue colocada fuera de la costa de una isla remota en el sur de Francia, a menos de 200 pies de profundidad de manera intencional por la casa M. Hostomme.
¿La razón? Estar bajo el agua permite que el licor madure en la oscuridad total y permanezca a una temperatura constante.
Envejecer champagne bajo el agua no es del todo desconocido para los productores franceses; Louis Roederer y Veuve Clicquot (que actualmente lleva a cabo un experimento de 50 años en el proceso) son dos de las seis casas de Champagne involucradas en este método poco ortodoxo. Pero Abysse es el único Champagne envejecido en el océano que se exporta a los Estados Unidos, y sus cantidades son tan limitadas que solo se asignan 60 botellas al año y cada una tiene un precio intimidante de $ 1,900 dólares.
Hecho de uvas, este Brut contiene notas de chocolate y mandarina, y combina muy bien con mariscos. La botella es una belleza en sí misma, ya que viene adornada con varios crustáceos, barro y pedazos de pintura para agregar algún elemento de autenticidad.
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Los fabricantes han sido lo suficientemente sabios como para no limpiar las botellas una vez que se sacan de la superficie del océano. Por lo tanto, no se sorprenda si se encuentra con una estrella de mar o una concha en su botella.
M. Hostomme puede haberse inspirado para adoptar este enfoque de Dominique Demarville, un maestro de bodega de Veuve Clicquot, quien en 2010 adquirió 168 botellas del champán más antiguo (170 años) en el planeta. Las bebidas aún intactas fueron descubiertas en un naufragio debajo del mar Báltico y sabían absolutamente frescas y dulces.
Desde hace muchos años, el champagne se asocia a alta sociedad, ya sea por el mito de que la copa fue modelada con la forma del pecho de María Antonieta o por el consejo de Diana Vreeland a las lectoras adineradas de Harper’s Bazaar de lavar el pelo rubio de sus hijos con la bebida dorada para mantenerlo brillante.
Sin embargo, sus orígenes nos trasladan hasta el siglo XVII en Europa, donde se empezó a utilizar este espumante, cuya creación fue un error.
Se considera que el inventor del champagne es el monje benedictino Dom Pierre Perignon en el año 1693, en Francia. Pierre Perignon estaba probando nuevas mezclas para desarrollar un nuevo vino y dio por resultado esta mezcla espumosa, que por casualidad probó y consideró que el resultado era magnífico.
El proceso es muy sencillo. Si los vinos se guardan en barricas, el gas producido durante la fermentación se escapa, pero si se guarda en botellas, queda retenido en el líquido y le da su carácter especial. (rme/jtg)
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