Aunque la referencia judía de su apellido es clara, nada más alejado de la realidad en el caso de este señor de estampa aristocrática, estatura alta y finos modales. Nació en Bolonia, al norte de Italia, en 1957. Su verdadero nombre es Auro Montanari, lleva las riendas de una empresa familiar, y es famoso en el mundo porque posee una de las más grandes colecciones de relojes de lujo.
Cuando John Goldberger es cuestionado sobre este nombre mitad anglosajón y mitad judío, sólo se limita a declarar que la razón es “por privacidad”. Aunque, de hecho, su colección no ha hecho más que exponerlo a los focos de la opinión pública, sin posibilidad de mantenerlo en el anonimato.
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Su pasión por coleccionar es, prácticamente, heredada, y su temprano interés por los relojes fue gracias a la orientación de su padre, quien vio en ellos una oportunidad para que el joven Auro iniciara su propia colección. “Mi padre fundó la empresa de componentes tecnológicos que yo ahora presido y, como pasión, compraba objetos decorativos del siglo XVI y XVII. Así que, como mi familia viajaba mucho, empecé a visitar mercadillos mientras mis padres iban a las exposiciones”.
Goldberger recuerda, de manera jocosa, que su padre le recomentaba comprar solo marcas famosas menos Cartier, porque la consideraba una marca de personas de gustos cuestionables. Gracias a que en ese sentido nunca le hizo caso, hoy en día tiene la colección más grande de Cartier en el mundo entero.
Sin lugar a dudas, en toda su colección están presentes las grandes marcas, las que han sido responsables, a través de los años, de pautar las tendencias del buen gusto y diseño. Pero como muchos italianos, el lado más artístico aflora en algún momento, y quienes han tenido oportunidad de ver las joyas de la relojería que posee no pueden dejar de admirar aquellas curiosidades hechas con la técnica de cloisonné. “Con ellos siempre me he sentido fascinado e intrigado. Patek Philippe, Vacheron Constantin, Rolex, Omega, Eska y otros, llegaron a fabricar, en su mayoría en los años 50, una cantidad extremadamente pequeña de relojes de pulsera en los que se colocaron esferas de cloisonné de esmalte muy detalladas e increíblemente artísticas”.
Entre tantas piezas valiosas, ¿es posible que Goldberger tenga alguna favorita? Sí. Un reloj Hamilton que nunca salió al mercado y que es parte de una edición limitada hecha para la película de Stanley Kubrick Una odisea del espacio, de 1968. “Solo se hicieron seis muestras y yo tengo una”.
Y, por supuesto aquel reloj Tiffany en acero que le regaló su padre al cumplir 18 años. Porque, como dice orgulloso, su colección no es inversión, es producto de la pasión.
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