Confortablemente sentado en el salón de su casa, el público se vio inundado durante meses por óperas, ballets, conciertos y, lo que es raro, por obras de teatro, la mayoría de las veces, gratis. Este público ¿querrá volver a una sala reducida, con mascarilla, sin entreacto ni bar y esperando en filas interminables?
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La semana pasada, la Filarmónica de París mostró cómo podrán ser los conciertos quizá hasta fin de año: sin público y difundido luego en streaming. En total, 320.000 visitas en la cadena de televisión Arte y en la plataforma de la Filarmónica, una cantidad «excepcional para un concierto clásico en internet», según la institución.
Más de 2.5 millones de internautas han visto diez producciones de la Ópera de París, desde el Lago de los cisnes al Barbero de Sevilla.
El Teatro de la Comédie-Française (la Comedia Francesa) ha puesto en línea al menos 80 espectáculos en ocho semanas, entre ellos grandes éxitos como «Les Damnés» de Ivo van Hove o piezas del patrimonio como «Ondine» de Giraudoux, con una joven Isabelle Adjani, rescatada de 1974.
El Teatro del Odeón difundió obras de Pirandello, Ibsen, Molière y hasta el «Rey Lear» de Shakespeare con Michel Piccoli, para rendirle un homenaje después de su muerte.
El streaming ha sido todo un éxito, pero los teatros se enfrentan el gran desafío de cómo hacer que los espectadores vengan a los lugares.
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