El primer virus informático de la historia carecía de la malicia que caracteriza a sus descendientes: no buscaba infiltrarse en secreto como hicieron después los troyanos ni trataba de cifrar archivos ajenos como hacen cada vez más los programas de secuestro informático. El ya quincuagenario programa saltaba de un ordenador otro llevando poco más que un saludo: “Soy Creeper. Atrápame si puedes”.
“Los virus no necesitan ser maliciosos para ser virus. Solo tienen que replicarse. Es cierto que Creeper no estaba intentando hacer nada malo, pero aun así no es un programa que quieras tener”.
Creeper surgió en 1971 como parte de un experimento cuando internet aún era ARPANET: una relativamente pequeña red de computadoras que conectaba instituciones académicas y estatales. Cuando conseguía copiarse en un nuevo equipo, se borraba del anterior. ¿Podemos llamar virus a un bichito tan inofensivo? Para Mykko Hypponen, experto en ciberseguridad y fundaador del Malware Museum, no hay debate.
Sin duda fueron una de las consecuencias del avance tecnológico del siglo pasado. La habilidad de autocopiarse, característica de los gusanos informáticos, es precisamente lo que estaba intentando poner a prueba Bob Thomas, investigador de BNN Technologies, con el experimento que dio como resultado al virus primigenio.
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El concepto ya lo había teorizado el matemático John von Neumann dos décadas antes, cuando imaginó autómatas capaces de autorreproducirse, al construir copias de sí mismos y lograr que esa particular progenie heredase su programación. “Creeper cambió para siempre el mundo de la computación. Cincuenta años después, seguimos luchando con virus y gusanos autorreplicables”, señala Hypponen.
¿Estaríamos mejor si Thomas no hubiese logrado hacer realidad la teoría de Neumann? ¿Viviríamos en un mundo donde un grupo de cibercriminales no podría poner en riesgo el suministro de combustibles de un país? Para Hypponen, el comienzo de la era de los programas informáticos maliciosos era cuestión de tiempo. “Si Bob Thomas no hubiera escrito el primer gusano, alguien más lo habría hecho”, sentencia el experto.
La estrategia de emplear programas informáticos capaces de autorreplicarse en una red no solo es válida para quien se propone lanzar un ciberataque, sirve para todo lo que tiene que ver con instalaciones en remoto. Imagínate que en una gran empresa el informático tuviera que ir sentándose delante de los computadores uno a uno para instalar cualquier cosa. La idea es poder difundir software en una red controlada.
Medio siglo después y más allá de la capacidad de moverse por un entramado de ordenadores, pocos paralelismos más pueden establecerse entre el primer virus y los programas informáticos maliciosos de hoy en día. (rtj)
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