Allá por el año 2000, cuando internet dial-up había llegado a la mayoría de las casas de clase media de República Dominicana, y las web estaban tan arraigadas que se avecinaba ya el estallido de la burbuja de las PuntoCom, una cantidad considerable de profesores de matemáticas (especialmente en bachillerato) estaban en guerra contra la calculadora.
Sí, ese humilde dispositivo de bolsillo que los japoneses hacían bien, hoy desplazado sin misericordia por el teléfono inteligente. Uno de los argumentos favoritos de los educadores en ciencias duras (porque los maestros de física eran parte del boicot) consistía en que el uso de la calculadora eximía a los cursantes del bachillerato de pensar, de esforzarse y analizar creativamente la manera en la que se podía resolver el problema matemático que se le presentaba.
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Después de todo, las matemáticas no tienen tanto que ver con los planteamientos a descifrar, y se relacionan más con el desarrollo de capacidades cognitivas aplicables a los dilemas más importantes de la vida: desde qué conviene más comprar en el supermercado, hasta darnos cuenta de que ese trader nos vende un esquema Ponzi.
Han pasado 23 años y ese debate me parece retro, una discusión muy parecida a la de si la imprenta de Gutenberg acabará con el “verdadero valor de los libros”, o si el automóvil dejará en la calle a los cocheros a caballo. La pregunta ahora es: ¿cómo los estudiantes de bachillerato de 2023 verán la discusión del uso de ChatGPT en sus aulas cuando estén cerca de los 40?
Lo más tedioso de la faena académica es la tarea para la casa. Ese es el instru- mento que los educadores utilizan para que los estudiantes apliquen lo aprendido en las horas de clase, con fines de que la transferencia de conocimiento sea completada. Si apareciera un padre o un hermano mayor con la voluntad de hacer la tarea por el alumno, ese cursante se perdería de la mitad del proceso de enseñanza-aprendizaje.
ChatGPT, la sensación de OpenAI, tiene el potencial de hacer la clase en lugar del estudiante.
“Es un chatbot que simula el lenguaje natural humano, con el objetivo de interpretar las intenciones, inquietudes y preguntas de los usuarios, de una forma en la que los motores de búsqueda (aquí alude a Google) jamás podrían hacerlo”, afirma OpenAI.
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El chatbot es capaz de redactar ensayos, reseñas, composiciones y hasta poemas. Frente a un potencial incalculable de liberar a la humanidad de tareas tediosas, se levantan otras preocupaciones, como que los estudiantes le pidan a ChatGPT que redacte su asignación de reseñar «El pentagonismo sustituto del imperialismo, de Juan Bosch«, o que analice por ellos las repercusiones que la Revolución Francesa tuvo en el panorama político europeo del siglo XIX.
¿Para quién es el mayor reto que plantea la inteligencia artificial generativa? Para los maestros y decanos, puesto que deben someter a sus alumnos a asignaciones más creativas, diseñadas de forma que no se puedan valer de ChatGPT, y de cualquier novedad similar.
Los profesores, en especial los de la universidad, y más específicamente aquellos que enseñan en humanidades, están aterrados con la nueva máquina de responder preguntas, así como los maestros de matemáticas manifestaban su incomprensión con las calculadoras en la década de 1980. Pero ChatGPT tiene un talón de Aquiles que puede ser explotado: aunque se hizo público en noviembre de 2022, su data llega solo hasta 2021.
Si OpenAI no ha cambiado eso, los facilitadores tienen la facultad de exigir ensayos sobre cosas que pasaron en 2022, como la Guerra de Ucrania o la bofetada que Will Smith le propinó al comediante Chris Rock.
¿Otra solución para evitar que los chatbots hagan las tareas de los muchachos? Exigir a los estudiantes que entreguen sus trabajos a mano. Aunque eso no sólo sería una carga académica brutal para los estudiantes, sino también un lastre laboral para los ya bastante atribulados profesores, quienes cada año que pasa soportan cada vez más parámetros arbitrarios de excelencia por parte de sus universidades.
Mientras, los distritos educativos de Nueva York y Seattle han prohibido el uso de ChatGPT “y cualquier otra innovación similar que aparezca en el futuro”, porque “la utilización de chatbots en el proceso de realización de los deberes académicos consiste en una falta sustancial de los principios de aprendizaje, como el esfuerzo”.
Esto choca con el consejo de los expertos, mayormente desarrolladores de software de inteligencia artificial generadora de texto. Según ellos, herramientas como la lanzada por OpenAI y Microsoft llegaron para quedarse.
Reportaje publicado en la última edición de la revista especializada Technology
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