La disputa entre OpenAI, liderado por Sam Altman, y Elon Musk ha escalado a un nivel sin precedentes. Lo que comenzó como una divergencia estratégica entre los cofundadores de una de las empresas más influyentes en inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una guerra legal de alto perfil, con acusaciones de sabotaje, interferencia corporativa y una lucha por el control del futuro de la tecnología.
OpenAI, fundada en 2015 como una organización sin fines de lucro por Elon Musk, Sam Altman y otros, tenía como objetivo desarrollar IA de manera segura y beneficiosa para la humanidad. Sin embargo, las tensiones internas llevaron a Musk a abandonar la junta directiva en 2018.
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Poco después, OpenAI recibió una inversión multimillonaria de Microsoft, marcando el inicio de su transición hacia un modelo híbrido con fines de lucro.
Musk, quien luego fundó su propia empresa de IA, xAI, en 2023, ha criticado repetidamente esta evolución, argumentando que OpenAI traicionó su misión original. En marzo de 2024, Musk llevó sus reclamos a los tribunales, acusando a OpenAI de priorizar intereses comerciales sobre el bien público.
En respuesta, OpenAI presentó una enérgica contrademanda, acusando a Musk de llevar a cabo una «campaña implacable» para perjudicar a la empresa. Según documentos judiciales, Musk habría utilizado demandas, publicaciones en redes sociales y presión mediática para obstaculizar el crecimiento de OpenAI, buscando beneficiar a xAI.
La empresa argumenta que Musk ha intentado «estrangularla en la cuna», desalentando a posibles inversores y generando confusión en el mercado.
Uno de los ejemplos más llamativos fue una oferta no solicitada de 97,400 millones de dólares que Musk y un grupo de inversionistas presentaron en febrero, la cual OpenAI calificó como una «puja falsa» destinada a interrumpir su financiamiento.
El conflicto no es solo legal, sino también estratégico. OpenAI, valorada en 300,000 millones de dólares tras una ronda de financiación liderada por SoftBank, busca consolidarse como líder en IA generativa. Mientras tanto, xAI, respaldada por Musk, ha adquirido la plataforma X (antes Twitter) y aspira a competir directamente en el sector.
El caso judicial, que se resolverá en un juicio programado para 2026, podría redefinir las reglas del juego en la industria de la IA.
Si OpenAI logra demostrar que Musk actuó de mala fe, el magnate podría enfrentar restricciones legales que limiten su capacidad para interferir con la empresa. Por otro lado, si Musk demuestra que OpenAI incumplió sus principios fundacionales, la compañía podría verse obligada a reestructurar su modelo de negocio.
Elon’s nonstop actions against us are just bad-faith tactics to slow down OpenAI and seize control of the leading AI innovations for his personal benefit. Today, we counter-sued to stop him.
— OpenAI Newsroom (@OpenAINewsroom) April 9, 2025
Este enfrentamiento trasciende lo legal y lo corporativo. En el centro del debate está la pregunta de quién debe controlar el desarrollo de la IA: ¿empresas privadas con fines de lucro, organizaciones sin ánimo de lucro o una combinación de ambos?
Mientras OpenAI insiste en que su modelo híbrido le permite escalar innovaciones de manera sostenible, Musk sostiene que la comercialización de la IA representa un riesgo ético. Sin embargo, sus críticas pierden fuerza ante el hecho de que él mismo compite en el mismo campo con xAI.
La batalla entre OpenAI y Elon Musk es más que un pleito entre dos titanes tecnológicos; es un reflejo de las tensiones inherentes al desarrollo de la inteligencia artificial. El resultado del juicio no solo afectará el destino de ambas empresas, sino que también sentará un precedente sobre cómo se regula y financia la IA en el futuro.
Mientras el mundo observa, una cosa es clara: en la carrera por dominar la próxima frontera tecnológica, no hay espacio para treguas.
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