Hace un año, Stéphane Bancel, el primer ejecutivo de la farmacéutica Moderna, asistía a un panel en Davos donde escuchó hablar de la amenaza pandémica que suponía el covid-19. Dos epidemiólogos que participaban en una mesa sobre enfermedades infecciosas relataban las escalofriantes cifras y datos que estaban recibiendo de China sobre las altísimas tasas de contagio y muertes que estaba provocando el virus.
“Ya no pensé en otra cosa durante toda la semana, hablé con ellos varias veces y les pedí sus números de teléfono y sus correos”, ha contado Bancel después. De inmediato puso en marcha a su equipo en Boston para impulsar la investigación sobre el coronavirus y prepararse para la posibilidad de una pandemia. “Me decían que estaba loco”.
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Más allá del glamour de las fiestas corporativas, del champán casi en cada cita, de los desorbitados precios que hay que pagar para asistir a Davos, desde el alojamiento a la comida o la cuota para participar en los encuentros, lo cierto es que el Foro Económico Mundial (WEF, en sus siglas en inglés) que cada año se celebra en Davos ofrece un marco de debate e intercambios sobre temas que conforman, o lo harán en el futuro, la agenda global.
De hecho, ese espíritu ha sido elogiado por varios de los 25 jefes de Estado y de Gobierno que han intervenido en las distintas citas, como la canciller Angela Merkel y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Eso que le sucedió a Bancel ocurre en innumerables ocasiones en Davos. Uno asiste a una conferencia o a una mesa redonda y de pronto escucha una idea interesante, con el añadido de que al término del encuentro se puede acercar —si tiene la identificación adecuada— a los ponentes, intercambiar tarjetas de trabajo e incluso continuar la conversación con un café en la mano en un rincón del centro de congresos. Eso no lo permite la edición digital.
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Este formato ha permitido que se puedan seguir tratando y refrescando algunos de los temas de la agenda global que centraban la atención de Davos. La gran carencia es el déficit de networking y contactos que la presencia física permitía. En un par de días se podía construir una agenda de contactos que en circunstancias normales hubiera costado decenas de viajes y muchos meses organizar. Difícilmente Davos podría sobrevivir en este formato.
Para los ejecutivos, el gran atractivo de Davos pasa por concentrar en cinco días una innumerable lista de reuniones que compensan en tiempo y también en dinero el elevado desembolso de la cita. Para muchos de ellos lo de menos son las conferencias y los debates del centro de congresos y su vida se desarrolla esos días entre improvisadas sedes corporativas en locales donde la semana anterior había una tienda de esquí o una cafetería, en habitaciones de hotel convertidas en oficinas móviles y en una sucesión de almuerzos y cócteles donde hacer nuevos contactos. De hecho, y pese a su experiencia del año pasado, el primer ejecutivo de Moderna no ha estado entre los participantes del Davos virtual.
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