El asunto es claro, tenemos una agenda 2030 que el mundo tiene que cumplir por un asunto de supervivencia. Ello significa un cambio de dirección en todas las acciones humanas, comenzando por reformar la economía tal y como la conocemos.
A principios de marzo, Bill Gates le dijo en una entrevista al New York Times, «Bitcoin usa más electricidad por transacción que cualquier otro método conocido por la humanidad». A este comentario se le sumó una creciente conversación sobre el costo ambiental de la criptomoneda, una tecnología que requiere una gran cantidad de energía para extraer y procesar.
Actualmente, Bitcoin por si solo representa el 0,5% del consumo total de electricidad mundial. Pero esto no ha frenado el interés que tienen las personas por este tipo de tecnología. Dos días después de las declaraciones de Gates, la casa de subastas Christie’s anunció la venta de una obra de arte digital por casi 70 millones de dólares. Esta pieza que fue vendida como un NFT (Non Fungible Tokens), horrorizó a su creador al saber que la venta de esta pieza consumió tanta energía como su estudio solía utilizar durante dos años.
Existen varios desacuerdos sobre la forma más precisa de definir la huella de carbono de las criptomonedas. Hasta el momento lo único que se tiene claro es que cada transacción que se realice, debe registrarse en la cadena de bloques, distribuyéndose y procesándose en decenas de miles de computadoras, lo que resulta en un uso significativo de energía por cada transacción.
No todas las criptomonedas consumen tanta energía como un Bitcoin, pero cada una tiene su propia huella de carbono dentro del ecosistema, y todas contribuyen a la crisis climática en diversos grados.
La clave está en que hablamos de una tecnología descentralizada, que está dando indicios de poder girar para convertirse en el propulsor de un cambio ambiental positivo. La criptominería puede, con el tiempo, acelerar la transición de los combustibles fósiles a la energía renovable de menor costo y proporcionarían una vía para que los proyectos renovables descarguen el suministro.
Ya el Harvard Business Review descubrió en 2019 que los productos promocionados como sostenibles pueden aumentar el tamaño del mercado 5,6 veces más rápido que los que no lo son. Mientras que, un estudio realizado en julio encontró que el 79% de los consumidores están cambiando sus preferencias de compra para alinearse con la responsabilidad social y ambiental de una empresa. Si las criptomonedas logran transformar la industria, es posible que crezca su base de usuarios e inversionistas.
Mientras los líderes de las criptomonedas consiguen una alternativa, la eliminación de carbono debería ser una prioridad urgente. En la actualidad, se encuentra disponible una amplia gama de iniciativas, desde programas de reforestación hasta captura directa de aire y otros métodos de secuestro. Los líderes criptográficos deberían invertir en estas tecnologías.
En paralelo, ya están surgiendo propuestas como la del economista holandés Alex De Vries, uno de los académicos involucrados en los esfuerzos recientes de cuantificar la huella de carbono de Bitcoin y otras monedas, ya ha sugerido que los legisladores de todo el mundo podrían tomar de ejemplo a regiones como Quebec, que ha promulgado una moratoria sobre la extracción de nuevas divisas. Evitar regulaciones probablemente dependerá de una acción voluntaria para abordar las emisiones.
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