El cambio climático es una realidad indiscutible y ya afecta a millones de personas en todo el mundo. Este fenómeno, que se manifiesta en patrones climáticos alterados, aumento del nivel del mar y fenómenos meteorológicos extremos, está fuertemente vinculado a la actividad humana.
Según el Fondo para la Defensa del Medio Ambiente, múltiples evidencias respaldan esta conexión, lo cual genera una preocupación creciente sobre el futuro del planeta. Aquí se exploran ocho evidencias clave que muestran que las actividades humanas son el motor del cambio climático actual.
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El cambio climático empieza con una verdad sencilla: al quemar materiales basados en carbono, como carbón, petróleo y gas, se libera dióxido de carbono (CO₂). Este gas se acumula en la atmósfera, atrapando el calor y causando el calentamiento global. Desde finales del siglo XIX, científicos han estudiado y documentado cómo estas emisiones contribuyen a alterar el clima. Este hallazgo fue el primer indicio de que nuestras actividades afectan el equilibrio climático.
Con el paso del tiempo, se ha documentado la cantidad de combustibles fósiles quemados y, en consecuencia, las emisiones de CO₂ generadas. En países como Estados Unidos, estos registros comenzaron en la década de 1970. Estos datos permiten entender el ritmo y la escala de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, proporcionando una base para observar la conexión entre el consumo energético humano y el cambio climático.
La medición continua de gases de efecto invernadero ha permitido observar que los niveles actuales de CO₂ y otros gases son superiores a los de cualquier otro período en el último millón de años. Este monitoreo, que comenzó en la década de 1950, incluyó estudios de muestras de hielo que contienen burbujas de aire atrapadas hace miles de años. Así, se detectó cómo las actividades industriales han incrementado de forma significativa estos gases en la atmósfera.
Los análisis químicos han demostrado que la subida de dióxido de carbono atmosférico proviene en gran parte de la quema de combustibles fósiles. Esta metodología, empleada desde mediados del siglo XX, ha permitido diferenciar el CO₂ originado por actividades humanas del que proviene de fuentes naturales, dejando en evidencia que las emisiones industriales son las principales culpables del cambio climático.
La física básica también respalda la relación entre las actividades humanas y el cambio climático. Los gases como el CO₂ y el vapor de agua absorben y reemiten el calor solar, generando el conocido efecto invernadero. Este proceso calienta la atmósfera y la superficie del planeta, causando un incremento en la temperatura global, un fenómeno que se aceleró drásticamente con el uso de combustibles fósiles.
A través de observaciones continuas, se ha comprobado que la atmósfera, los océanos y la tierra han experimentado un calentamiento progresivo. Esto ha resultado en fenómenos visibles como el derretimiento de los glaciares y el aumento del nivel del mar. Estos cambios, junto a olas de calor más intensas y prolongadas, confirman que el cambio climático es una amenaza cada vez más urgente.
La NASA y otros organismos científicos han descartado que factores naturales, como los ciclos solares, sean responsables del calentamiento acelerado que se ha registrado desde la era industrial. Las investigaciones apuntan a que la actividad humana, particularmente desde mediados del siglo XX, es la principal causa del cambio climático, alejando la posibilidad de que este sea un fenómeno natural.
Mediante modelos informáticos, los científicos simulan distintos escenarios climáticos para evaluar cómo los gases de efecto invernadero impactan el clima terrestre. Estas simulaciones, que se realizan desde la década de 1960, han demostrado que el calentamiento actual no podría explicarse sin las emisiones de CO₂ y otros gases producidos por las actividades humanas. Estos modelos, además, advierten sobre el impacto futuro si no se toman acciones urgentes.
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A medida que las evidencias se acumulan, la necesidad de políticas climáticas efectivas y coordinadas se hace evidente. Hoy, Día Internacional del Cambio Climático, es un recordatorio de la urgencia de actuar para mitigar el calentamiento global y sus consecuencias. Las políticas de mitigación y adaptación son dos enfoques clave. Mientras la mitigación se enfoca en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la adaptación busca fortalecer la resiliencia de las comunidades frente a los efectos adversos que ya se están manifestando.
Para la doctora Carolina Vera, investigadora y miembro del IPCC, abordar el cambio climático requiere de un enfoque integral que también incluya la lucha contra la pobreza y la desigualdad. En palabras de la Secretaria General de la Organización Meteorológica Mundial, Celeste Saulo, «las decisiones que tomemos hoy podrían marcar la diferencia entre un futuro colapso o un avance hacia un mundo mejor.»
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