“Las flores del mal”. Este es el título de una colección de poemas de Charles Baudelaire, considerada la obra máxima de su autor. El libro debió llamarse en principio “Los limbos”, pues la intención primitiva era escribir un libro sobre los pecados capitales. Igual epíteto negativo podrían recibir las amapolas sobre la que nos disponemos a escribir, ya que su consumo implica un sublime viaje a ninguna parte que, casi invariablemente, termina en muerte por sobredosis, precio a pagar por incurrir en el pecado capital de la adicción. Pero existe otra versión de los hechos, más constructiva y de feliz desenlace médico, donde esta planta es la protagonista del alivio del sufrimiento de millones de pacientes en el mundo
Podríamos responder afirmativamente, en términos simples, destacando a Afganistán como la meca del opio ilícito y a España, ha leído bien, sí, como la superpotencia del comercio, esta vez legal, de esta sustancia en el mundo. Este último es el opio que sirve para sintetizar la morfina para uso clínico. El primero se utiliza, por su parte, para producir diacetilmorfina, más conocida como heroína. Por ello, a efectos ilustrativos, hemos decidido bautizar a la resina de origen español, coloquialmente, como “opio pata negra”.
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Según los datos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes -un organismo independiente creado en 1968 con el fin de asegurar el suministro de drogas para fines médicos y científicos, y evitar su desviación a canales ilícitos- citados por elordenmundial.com, España alcanzará el 33 % de la producción mundial en 2022. El país mediterráneo lleva dominando el comercio legal del opio desde 2019, un negocio que ha resurgido con fuerza tras la pandemia pero que apenas controlan un puñado de países. Por detrás de España se sitúan Australia —con el 25 % de la producción mundial—, Turquía —18 %—, Francia —8 %—, Hungría —6 %— e India —5 %—. Entre las seis aglutinan el 94 % del opio legal cosechado en todo el planeta, lo que da muestras de la concentración que sufre el sector.
Entre 2018 y 2019, España casi cuadriplicó su producción, pasando de 37 toneladas de morfina a 141. Un aumento que ha coincidido con la venta de la única empresa autorizada en el país para gestionar plantaciones de opio, Alcaliber, a la canadiense Canopy Growth Corporation, el mayor productor de cannabis para uso terapéutico del planeta, por una cifra superior a los €200 millones, según elpais.com. Alcaliber es desde 1986 la única autorizada por el Ministerio de Sanidad para controlar los cultivos en España y fabricar estos fármacos derivados del opio, esenciales en los hospitales para tratar el dolor intenso. A partir de 2016, Alcaliber se convirtió en la primera empresa española en conseguir licencia para «cultivo, producción, fabricación, importación, distribución y comercialización de cannabis», según informa en su página digital.
Alcaliber tiene el monopolio en todas las fases de su cultivo y explotación. Fundada hace medio siglo, ha estado históricamente unida a la familia de Juan Abelló, un empresario madrileño de 80 años con una fortuna valorada en €2.5 mil millones, la sexta de España. Se trata del heredero del imperio farmacéutico. La ubicación de los 528 cultivos legales de adormidera es secreta, pero en primavera es imposible esconder esas 11 mil hectáreas plagadas de amapolas blancas que hay en España, según los datos del Ministerio de Sanidad.
“Cultivo dos variedades y me están dando entre 1,800 y 2,400 kilos por hectárea. Es una planta muy rentable”, admiten los cultivadores en una entrevista a elideal.com. En la actual campaña, esos márgenes han oscilado entre los €0.84 por kilo para la variedad de mayor volumen y €1.22 por kilo para la más baja. En el sector calculan que los rendimientos de adormidera empiezan a ser rentables cuando se recogen 1.2 mil kilos por hectárea. “Merece la pena. Mucho más que el cereal”, argumentan los cultivadores, que podrían sacarle cerca de €20 mil a sus campos. Según la página Vice.com, para obtener 1 kilo de morfina, son necesarios 500 kilos de adormidera. La variedad cultivada en España, la ‘nigrum’, la hace difícilmente utilizable para fines ilegales, al contrario de la afgana, ya que ha de hacerse siguiendo tratamientos industriales.
Reportaje publicado en la edición de diciembre de revista Mercado.
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