La alteración que produce el resistirnos a aceptar nuestros errores

Son miles los pensamientos que entran en juego a la hora que nos toca reconocer cuando nos equivocamos. Muchas veces se enfrentan la falsa vergüenza y nuestro propio ego, pero llega un momento en que ineludiblemente se hace necesario decir: “me equivoqué” porque como un acto de valentía los errores deben ser asumidos, jamás negados.

El mundo nos ha vendido la idea que tenemos que hacer todo perfecto y que si nos equivocamos ¡cuidado! porque eso significa que no somos tan buenos o aptos para lo que sea, o perdemos liderazgo, nos vemos débiles ante los demás, no somos dignos de ser aceptados tal y como somos, entre otros aspectos; lo cual nos pega en el medio del ego que muchas veces es tan mal consejero.

Pero lo cierto es que el no querer cometer errores o equivocarnos, va muy de la mano con una baja autoestima que nos arrastra a buscar una perfección que no existe, a perseguir una excelencia para lograr ser admitidos en un grupo o en la sociedad, como si perfección se tratara de amor y aceptación. Está claro que a nadie le gusta enfrentarse con su lado vulnerable, y tal vez esa sea la razón por la cual nos resulta tan difícil aceptar los errores, una visión equivocada que muchas veces nos lleva a querer ocultarlos, como si ignorándolos pudiéramos corregir aquello que hicimos mal.

Esa resistencia a aceptarlos, nos produce toda una alteración o bloqueo ya que muchas veces es la que funciona como venda para poder revertir situaciones, dejándonos inmóviles sin poder descifrar exactamente lo que nos está molestando.