En muchas ocasiones, cuando experimentamos una situación difícil en nuestro día a día, tendemos a sentir estrés. Esta sensación deriva en desesperación y, dependiendo de la intensidad, hasta en frustración. En la mayoría de los casos relacionamos directamente el estrés con efectos negativos para la salud, pero lo cierto es que también puede resultar de gran beneficio para nuestro bienestar físico y emocional, siempre y cuando lo sepamos manejar de la manera más adecuada.
Unos altos niveles de tensión en una persona pueden generar ansiedad y, además, llevarla a experimentar un cuadro depresivo. Así, si esa tensión se prolonga en el tiempo puede convertirse en crónica y acarrear otras enfermedades derivadas. Sin embargo, en general, el cerebro es capaz de soportar las distintas fases del estrés, cuyo agobio se presenta como un sistema de alerta que nos ayuda a resguardarnos de algunos episodios que atentan contra nuestro bienestar integral en un tiempo determinado.
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En ocasiones, los afanes del día a día nos sumergen en un abismo del que no se vislumbra una salida, por los problemas que se suman a los roles que jugamos de manera habitual. Esto provoca que veamos el estrés como un factor poco deseable, como una carga bastante pesada. Sin embargo, sentir niveles moderados de estrés ayuda a que, ante un evento imprevisto, sepamos reaccionar inmediatamente y de manera eficaz, logrando canalizar una gran cantidad de energía en un pequeño espacio de tiempo para protegernos de amenazas.
Esta aseveración fue avalada recientemente por una investigación desarrollada en la Universidad de Berkeley, que plasma las ventajas de sufrir este padecimiento por un corto lapso, ocasionando que la persona active el «botón de alerta» y alcance un mayor rendimiento de sus capacidades cognitivas. De acuerdo con los investigadores, los sucesos estresantes e incesantes son potencialmente los que mantienen el cerebro más vigilante y, a su vez, los que le posibilitan ejecutar eficientemente sus responsabilidades cuando un individuo está expuesto al peligro. No obstante, el experimentar bajos niveles de estrés puede llevar a una persona a un estado de desesperación y también a enfrentarse a la temible depresión, mientras que el exceso puede provocar ansiedad y daños para la salud. Empero, la dosis adecuada genera una armonía en el cerebro y mejora el rendimiento y la salud.
Manejar el estrés de forma moderada nos capacita para librar ciertas batallas en un momento, contribuyendo a que seamos más ágiles en el proceso de la toma de decisión y a responder asertivamente a estímulos precisos. Para ello, necesitamos, por complicado que pueda parecer, asumir el estrés con optimismo. Cuando nos dejamos llevar por nuestras emociones ante una crisis y actuamos desenfrenadamente, es síntoma de que no estamos tratando correctamente el estrés. Por ello, nunca debe confundirse la buena habilidad de actuar rápido bajo presión con el hacerlo sin ostentar ningún manejo previo.
Estas son varias ventajas que se consiguen al tratar de manera idónea el estrés moderado:
La motivación es el motor que nos impulsa a lograr nuestros objetivos y a mejorar. Sin cierto nivel de estrés es muy probable que se pierda la motivación para culminar algo relevante. Al sentirnos ligeramente estresados, nos empoderamos y tomamos las riendas de la situación. Ahí se da lo que se conoce en psicología como una disonancia cognitiva, que no es más que una desorganización armoniosa interna del sistema de ideas, creencias y emociones. Cuando experimentamos estas tensiones, es el mismo estrés que nos impulsa, en lo físico y mental, para transformar ese ambiente.
Para profundizar: Disonancia y sesgos cognitivos: así funciona nuestra mente
Una investigación realizada por la Universidad Rockefeller y la Universidad de Buffalo concluye que el estrés agudo y/o crónico causado por una problemática trabaja en una parte del cerebro clave, encargada de dominar la emoción y la cognición. Su estimulación contribuye a una sustancial mejora del aprendizaje y la memoria. Concretamente, las hormonas del estrés incrementan la transmisión del neurotransmisor glutamato y regeneran la memoria de trabajo. Es la razón por la que algunas personas tienen un rendimiento extraordinario bajo presión.
Padecer episodios de estrés esporádicos contribuye directamente a perfeccionar las capacidades de aprendizaje. Esta afirmación está contenida en un estudio publicado en la revista ‘Learning and Memory’, que estableció que las personas que habían sumergido sus manos en agua helada antes de ser parte de unos experimentos de aprendizaje consiguieron mejores resultados en las pruebas, frente a los que no lo habían hecho.
Cuando tenemos control de las situaciones caóticas y del estrés que estas provocan, podemos establecer buenas relaciones con los individuos que nos rodean. Pero, ¿a qué se debe esto? El estrés aumenta los niveles de oxitocina, la denominada hormona del amor, lo que es vital para los sujetos que se sienten aislados socialmente. Lo sorprendente de este caso es que el estrés ayuda a consolidar su vínculo con las demás personas y su entorno.
Por Milagros Infante. Artículo publicado en la revista especializada en salud MediHealth.
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