Conocida también como inmunidad colectiva o de grupo, la inmunidad del rebaño se logra cuando un gran porcentaje de la población está protegida ante una enfermedad infecciosa. De esta forma, se bloquea la propagación en los demás habitantes que no son inmunes.
La inmunidad de rebaño (también conocida como inmunidad comunitaria) ocurre cuando una población se hace inmune a una enfermedad, bien sea debido a la existencia de una vacuna o por exposición, en la medida en que el porcentaje de personas inmunes va en aumento, la probabilidad de que una persona que es contagiosa se encuentre con e infecte a una persona que no sea inmune, disminuye. Llega el momento en que las probabilidades de propagación de la enfermedad son tan bajas, que se considera que esa población ha adquirido inmunidad colectiva.
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Dejar que se infecten muchas personas para generar la llamada “inmunidad de rebaño” y así frenar el avance de la pandemia es la propuesta que varios expertos sugieren para luchar en este momento contra el coronavirus. Sin embargo, es una de las estrategias que actualmente divide a los especialistas de todo el mundo para combatir al virus del covid-19.
Según publica el portal infobae, se trata de una estrategia de “contagio controlado” que propone básicamente permitir el aumento de casos positivos y de circulación de personas en la vía pública para acelerar la generación de anticuerpos en la ciudadanía y la creación de una barrera inmunológica.
Pero, ¿qué tan difícil es lograr esta inmunidad? A la espera de una vacuna contra la covid-19, la Organización Mundial de Salud (OMS) advirtió que la inmunidad de rebaño no es una opción para frenar el avance de este virus. “Para obtener la inmunidad de rebaño a través de una infección natural se necesitan varias oleadas de contagios con una morbilidad y mortalidad como las actuales”, detalló Soumya Swaminathan, jefa científica de la OMS.
Nunca en la historia de la salud pública se ha usado la inmunidad colectiva como estrategia para responder a una epidemia, y mucho menos a una pandemia. Es científicamente y éticamente problemático”, declara el jefe de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. “Dejar vía libre a un virus peligroso, del que no comprendemos todo, es simplemente contrario a la ética. No es una opción”, explica.
Existen dos caminos para alcanzar la inmunidad de rebaño o inmunidad colectiva, a través de las vacunas o exponiéndose directamente a la enfermedad.
Vacunas: Lograr la inmunidad colectiva con vacunas supone menos riesgos que el dejar que la enfermedad se expanda entre la población.
Infección natural: Es un ‘contagio controlado’ donde se busca exponer a las personas al virus y así puedan generar anticuerpos y crear una barrera inmunológica. el mundo ha experimentado varias pandemias y
epidemias.
De acuerdo con lo publicado en el portal National Geographic España, el concepto clave es el denominado número R (número reproductivo básico), que indica cuán infecciosa es una enfermedad. De este modo, mientras que esta cifra sea superior a 1, la patología seguirá expandiéndose de forma exponencial, pero en el momento en el que baje de este nivel (0,999), empezará a extinguirse de forma progresiva.
La opción de dejar infectar libremente a la población cobró fuerza con la denominada Declaración de Great Barrington, firmada por tres epidemiólogos de las universidades de Harvard, Oxford y Stanford: Martin Kulldorff, Sunetra Gupta y Jay Bhattacharya. Su planteamiento era más o menos el siguiente: permitir aquellos que se encuentran bajo un mínimo de riesgo de muerte vivir sin restricciones y diseñar políticas de protección para la población con un mayor índice de riesgo. En otras palabras, establecer distintos criterios de protección en
función del riesgo de grupos de población. Muchos trataron la idea como una locura sin sentido pero, ¿realmente era un plan tan descabellado?.
“Es una estrategia poco ética, puesto que es difícil predecir cuánta población va a desarrollar la forma más grave de la enfermedad” explica María Esperanza Gómez-Lucía, del departamento de Sanidad Animal de la Universidad Complutense de Madrid. “Por otra parte, desconocemos mucho sobre la inmunidad que se desarrolla tras esta infección: su duración o si neutraliza o bloquea totalmente la infección. Además, sería más difícil impedir que la población de mínimo riesgo (que asumimos que son los jóvenes sanos) contacte con la población más vulnerable (predeciblemente los mayores de 60 años o con algún tipo de comorbilidad) que implementar otro tipo de
medidas”, concluye.
Con otras enfermedades, la protección de la población normalmente se busca a través de la vacunación. Pero en el caso del covid-19, todavía no existe una vacuna fiable para el coronavirus SARS CoV-2, por lo que se han planteado otras posibilidades epidemiológicas para frenar la pandemia
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