No fue unánime su reelección, pero estaba previsto que la candidatura de Almagro como Secretario General de la Organización de Estados Americanos, propuesta por Colombia e impulsada por Estados Unidos, sobrepasara en votos a la ecuatoriana María Fernanda Espinosa, exministra de Relaciones Exteriores, cuya postulación fue presentada por Antigua y Barbuda y San Vicente y las Granadinas.
Pero a pesar de los votos que recibió Espinosa, además del retiro de la candidatura del peruano Hugo De Zela, todo un veterano de la actividad diplomática, Luis Almagro sobrepasó los 18 votos que requería y seguirá siendo el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).
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Almagro tiene oposición ya asegurada no solo de esos países caribeños, sino del dueto socialista: Venezuela y Nicaragua.
La OEA ha atravesado por períodos críticos en los que su rol ha sido seriamente cuestionado por la corriente que lo considera un organismo anacrónico y apéndice de EE. UU.
Pero bajo el mando de Almagro, la OEA pareció revivir. Llegó al cargo con la imagen de ser un simpatizante de los gobiernos de izquierda, justo cuando las diferencias políticas se hacían cada vez más marcadas en Latinoamérica.
Brasil, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Chile, El Salvador y, obviamente, Venezuela formaban ese equipo que jugaba siempre apegado a las orientaciones de los chavistas. Pero los cambios políticos lo fueron desintegrando y allí terminaron por quedar solo los países regidos por las dictaduras chavista, en Venezuela, y sandinista, en Nicaragua.
La innegable evolución de Venezuela hacia esa condición de dictadura le causó serios problemas a Almagro. Sus choques con Nicolás Maduro y Diosdado Cabello fueron cada vez más agrios, porque el Secretario denunciaba continuamente los atropellos de todo orden que emanaban del régimen de Caracas.
Almagro no dudó en calificar a Maduro de dictador. Un gobernante que se mantuvo en el Palacio de Miraflores gracias a fraudes electorales y al respaldo de unas fuerzas militares corroídas por el narcotráfico, que desconoció la voluntad popular y que controla los tres poderes del Estado es un dictador. Además, cuando la población salió a la calle a protestar, Maduro respondió con fuego. Todo eso lo denunció Almagro y eso le costó el rechazo no solo de Venezuela, sino de sus marionetas, Daniel Ortega y Evo Morales.
A Ortega también lo confrontó cuando enfrentó el descontento social con las armas de su ejército. De Morales no dudó en denunciar su fraude, cuando quiso ganar en el escritorio unas elecciones que perdió en las urnas. Pero el bloque de países que se alineaba en el lado contrario no solo creció, sino que se hizo más radical en el caso de Venezuela, el mayor dolor de cabeza de Almagro.
Y el mes pasado, ese bloque triunfó confiándole otro período a Almagro. No tuvo tiempo de celebrar: Maduro sigue vigente.
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