Solo el dinero acumulado desde el comienzo de la pandemia en las fortunas de las mil personas más ricas del mundo hubiese marcado la diferencia; ese monto hubiese evitado sumir en la pobreza a más personas y financiar la vacunación de todos los habitantes a nivel mundial.
Entre las conclusiones de mayor sorpresa que trajo el covid-19 fue cómo los ricos se hicieron más ricos; pero los pobres, más pobres. Creando una desigualdad aún más preocupante que antes.
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El 10% más rico de la población mundial se lleva actualmente el 52% de la renta mundial, mientras que la mitad más pobre gana el 8,5% de la misma. «Por término medio, una persona del 10% más rico de la distribución de la renta mundial gana US$122,100 al año, mientras que una persona de la mitad más pobre de la distribución de la renta mundial gana US$3,920 al año», establece el Informe sobre la desigualdad global 2022 de la CEPAL.
Una forma de entender estas desigualdades es centrarse en la diferencia entre la riqueza neta de los gobiernos y la riqueza neta del sector privado.
En los últimos 40 años, los países se han enriquecido considerablemente, pero sus gobiernos se han empobrecido mucho. El porcentaje de riqueza en manos de los agentes públicos es casi nulo o negativo en los países ricos, lo que significa que la totalidad de la riqueza está en manos privadas.
Esta tendencia se ha visto magnificada por la crisis sanitaria, durante la cual los gobiernos tomaron prestado el equivalente al 10-20% del PIB, esencialmente del sector privado. La escasa riqueza actual de los gobiernos tiene importantes implicaciones para la capacidad de los Estados de hacer frente a la desigualdad en el futuro, así como a los principales retos del siglo XXI, como el cambio climático.
Los multimillonarios de todo el mundo se han adueñado de una parte desproporcionada del crecimiento de la riqueza mundial en las últimas décadas: el 1% más rico se llevó el 38% de toda la riqueza adicional acumulada desde mediados de los años noventa, mientras que el 50% más pobre sólo captó el 2%.
Esta desigualdad tiene su origen en una grave desigualdad en las tasas de crecimiento entre los segmentos superior e inferior de la distribución de la riqueza.
Aunque se redujo significativamente en los países occidentales entre principios del siglo XX y la década de 1980, la mitad más pobre de Estados Unidos y Europa Occidental siempre ha poseído muy poco, entre el 2% y el 7% del total.
En otras regiones, la proporción del 50% más pobre es aún menor
Los resultados muestran que queda mucho por hacer, en todas las regiones del mundo, si existe el objetivo de reducir las desigualdades extremas de riqueza.
Con información del World Inequality Report 2022
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